jueves, 31 de mayo de 2007

PALABRAS DE DANIEL FILMUS EN EL ACTO DE PRESENTACION DEL PLAN DIGITAL DEL BICENTENARIO

PALABRAS DEL MINISTRO DE EDUCACIÓN, CIENCIA Y TECNOLOGÍA, DANIEL FILMUS, EN EL ACTO DE PRESENTACIÓN DEL PLAN DIGITAL DEL BICENTENARIO

Casa Rosada, 28 de mayo de 2007.

Señor Presidente; señor Vicepresidente; señora ministra de Economía; señor secretario; señores secretarios; señores empresarios; académicos: realmente es un día importante porque estamos en presencia de un programa, un plan del Bicentenario en nuevas tecnologías de la información y la comunicación que nos parece central.

Hay dos temas que están detrás de esto que son decisivos; uno es el perfil de Argentina al futuro, que se mencionaba recién y en el que el Presidente viene insistiendo en forma permanente. ¿Cuál es la Argentina del futuro? La Argentina del futuro, hay que decirlo, no es solamente la Argentina productora de productos primarios exportables y que esté sometida a los vaivenes de la economía internacional o que esté solamente planteando su competitividad en base al tipo cambiario. Hemos estado trabajando con Felisa Miceli, con las autoridades, lo que se trata es de cambiar el perfil de Argentina y lo que hemos hecho en estos cuatro años es avanzar en una sociedad del conocimiento.

No hay ninguna sociedad que haya logrado crecer pero que al mismo tiempo el crecimiento sea equitativo para todos, que no se haya planteado una transformación en dirección de ser sociedades productoras de productos primarios hacia sociedades de conocimientos.

Nadie diría que Arabia Saudita es un país rico porque está arriba de un océano de petróleo, nadie va a decir que Argentina es un país rico porque tiene mucha o poca soja, somos ricos por la capacidad de nuestra gente y por nuestra capacidad de producir nuevas tecnologías, y creo que en este sentido las de la información y la comunicación quizás son las que evolucionan más rápido y las que necesitan no sólo de mayor capacitación, sino también de mayor investigación y articulación entre el Estado y el sector privado.

Si uno tuviera que tomar de los indicadores que se señalaron recién el más importante, yo tomaría como el más importante que creció la ocupación de 20 mil a 47 mil empleos en los últimos 4 años en este sector; de 20 mil a 47 mil y qué tipos de empleo son; son tipos de empleo que exigen alta capacitación, formación sólida en aspectos tecnológicos y son empleos de altos salarios que generan la posibilidad de una equidad social muy importante. Por eso el trabajo entre el Ministerio de Economía, el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología y las empresas ha sido fundamental.

La segunda discusión es respecto al papel del Estado. Si tengo un Estado observador, un Estado que se rige únicamente por las leyes del mercado o un Estado que interviene, y voy a mencionar las políticas que desde la Secretaría de Peirano y desde el Ministerio de Economía han sido activas. En esta área tenemos una ley que promueve la investigación, una ley que creó el FONSOFT, que es un fondo específico para el desarrollo del software. En el área de la biotecnología lo tenemos, hay que ampliarlo a otras áreas para promover la investigación y el desarrollo en el país y su transferencia en los aspectos tecnológicos.

Pero no sólo eso, la promoción de todo tipo económico que hay a este tipo de empresas y los beneficios para las empresas que se vienen a radicar en el país, me parece que están en el centro de la preocupación que tienen.

Nuestro principal cuello de botella hoy es la formación de recursos humanos. Siempre digo que la década de los ´90 el ingeniero que representó a los argentinos era el ingeniero taxista. Recuerdan que los padres decían: no elijas la carrera de ingeniería porque es mucho esfuerzo y vas a terminar siendo un taxista. Hoy es el ingeniero ausente. Pero para formar ingenieros hace falta formar técnicos y no había una ley que permitiera la formación de técnicos, porque la ley federal había destruido la escuela técnica. Entonces primero hay que formar técnicos para que sean ingenieros, pero para que los chicos elijan las carreras técnicas deben tener una buena formación en matemática, física y química en la primaria. Por eso cuando se plantea el mediano y largo plazo es que nosotros tenemos que mejorar la formación de la primaria para que los chicos elijan carreras técnicas para que después elijan las ingenierías, si no es imposible.

En la educación hay un baluarte y lo hemos hecho aquí mismo cuando estuvimos lanzando el Centro Sadosky que hay que poner en funcionamiento para que haya investigación conjunta entre el sector privado y el sector público, pero, señor Presidente, quiero contarle que este es el único caso que hemos tenido en la Argentina donde el Estado se alió con el sector privado y tenemos una campaña de difusión pública pidiéndoles a los chicos que elijan estas carreras. Hay una campaña que se llama Generación T, generación de las tecnologías de la información pidiéndoles a los chicos que elijan, diciéndoles acá vas a tener trabajo.

El problema que tenemos hoy es que nos sacan a los chicos de las escuelas técnicas en los últimos 3 años. Hicimos la ley de Educación Técnica, muchos más chicos eligen las carreras técnicas, los empresarios los necesitan tempranamente y los sacan de la escuela. Tuvimos que poner el año pasado 36 mil becas, esto es importante, para los últimos 3 años de la escuela técnica para que los chicos terminen, si no los empresarios se los llevan antes. Y el mismo problema tenemos, está acá el director de la carrera de tecnología de la información y comunicación de la Universidad de Buenos Aires con los profesionales y profesores. La empresa privada nos saca los mejores profesionales, los mejores profesores, nos saca muchas veces a los estudiantes de tercero y cuarto año de la Universidad, porque los necesita. Entonces hicimos un pacto que empiecen a trabajar pero que sigan estudiando, porque si no el corto plazo nos perjudica respecto de la cantidad de profesionales que podemos tener.

Creo que estas dos cuestiones, un Estado activo cambiando el modelo, de un modelo productor primario que tenía crisis cíclicas -no hay forma de que no las tenga si solamente producimos bienes primarios-, a este que estamos construyendo. Porque la salida del infierno tiene que ver en buena medida –el Presidente lo plantea siempre- con la discusión de un modelo y los modelos hoy son dos, o productores primarios o sociedades del conocimiento. Para la sociedad del conocimiento lo que necesitamos es transformar fuertemente el aparato educativo, el aparato de investigación.

Por primera vez nosotros no estamos financiando las universidades únicamente por el número de alumnos, hemos tomado todas las carreras de ingeniería y las financiamos, aparte de financiar la universidad si usted tiene carreras de ingeniería hay un programa especial que es el PROMEI, de mejoramiento de las ingenierías, y otro de las ingenierías particularmente dedicadas a la informática, porque son los profesionales que necesitamos.

Entonces insisto, un Estado activo en el cambio de modelo, segundo un papel activo de la educación, la ciencia y la tecnología en esta dirección, y creo que la conclusión más importante es no sólo porque hay un Ministerio de Economía con una política decisiva en este sentido, lo que suma al Ministerio de Educación, sino fundamentalmente una articulación donde el Estado no reemplace a las empresas sino que podamos sumar los esfuerzos de la comunidad.

Así que realmente tener un proyecto para el Bicentenario es importante, como ustedes saben vamos a llegar al Bicentenario con el 1 por ciento en Ciencia y Tecnología; con el 1 por ciento les quiero decir que está creciendo más el sector público que el sector privado, así que hay que mejorar los esfuerzos en la investigación en el sector privado porque los países que llegan al 1 por ciento es porque el 0,5 es del Estado y el 0,5 privado, así que necesitamos el 0,5 privado también. Ya estamos casi equiparándonos con algunos países como Chile y Brasil por lo menos en el porcentaje de aumento en el sector público, hace falta poner más recursos en el sector privado y todos juntos seguramente vamos a producir este cambio de modelo que a diferencia de los 90 va a generar una sociedad mucho más productiva pero también mucho más igualitaria a partir de la única forma que conocemos de llegar a la igualdad que es a través del trabajo de la gente. Muchísimas gracias y realmente felicitaciones al sector que ha presentado este proyecto. (Aplausos)

martes, 29 de mayo de 2007

Universidad y Estado (Ana Jaramillo, Rectora de la Universidad Nacional de Lanús)

Ya hemos experimentado y padecido muchas veces la confusión que existe entre lo público, lo social y lo colectivo. A menudo los así llamados bienes públicos u organismos públicos han sido de todos y de nadie. Pero también a menudo se ha confundido a la Universidad con un bien colectivo de una determinada comunidad, con una organización no gubernamental, con plena autonomía y con funciones exclusivas para sus miembros. Su aislamiento de la comunidad ha provocado muchas veces el cuestionamiento a la misma como “la república de los profesores” de y para ellos. De y para la comunidad universitaria.

La incuestionable autonomía universitaria, que implica la autonomía de gobierno y la libertad de cátedra va de suyo en una sociedad que ha decidido y conquistado sus instituciones democráticas así como sus libertades y derechos cívicos y por ello respeta su Carta Magna y las garantías por ella establecidas.

Pero dicha autonomía no le puede hacer perder de vista que es todo un pueblo el que aporta los recursos que le permiten cumplir con su función. Los salarios de las autoridades, los docentes y los no docentes los paga el erario público. Los gastos de funcionamiento así como su infraestructura y equipamiento también. Su responsabilidad es frente a la sociedad toda y no sólo para con los miembros de la universidad. Su responsabilidad es social, como la de cualquier organismo público ya que forma parte del Estado. Por lo tanto, su compromiso con la comunidad, con el desarrollo social y regional y con el Estado, debe ser paralelo a su responsabilidad.

Su autonomía no puede significar desentenderse de los problemas que aquejan a la nación. La función de la universidad pública de buscar la excelencia académica de todos y cada uno de sus educandos, de perfeccionar sus cuadros docentes, de capacitar y acreditar a sus estudiantes para el mercado laboral, de realizar investigación científico tecnológica, no es contradictoria, sino complementaria con su responsabilidad pública, social de atender prioritariamente las necesidades del desarrollo nacional y regional, buscando la redistribución del conocimiento y la elevación de la calidad de vida de la comunidad en su conjunto.

La autonomía tampoco exime a los universitarios de hacer el uso más racional posible de los recursos. No sólo porque en materia educativa serán siempre escasos, puesto que la demanda es siempre creciente, sino porque por el contrario, deben estar en condiciones de rendir cuentas a la sociedad del beneficio social del uso de los recursos asignados a las universidades. Las universidades tendrán que poder refrendar ante la sociedad, la legitimidad de la opción estatal en la asignación de recursos para la educación superior frente a otras necesidades sociales perentorias del país.

La universidad es así un bien nacional público, social y colectivo. Como el Estado, debe buscar el bien público. Ello implica poner todos los esfuerzos para contribuir al desarrollo social y regional produciendo conocimientos así como formando mejores ciudadanos para la Nación.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Universidad y Proyecto Transformador * (Horacio Bouchoux)

LA UNIVERSIDAD ARGENTINA EN LOS MOMENTOS DE AVANCE DE LOS SECTORES POPULARES

La Universidad Argentina ha pasado por diversos modelos que han sido fruto de la disputa constante entre proyectos antagónicos. En ese sentido, pretender entender o analizar las discusiones que se dieron en el seno de la Universidad aisladamente de las confrontaciones más generales de cada contexto histórico, es una falacia. Porque incluso las discusiones que parecieran ser más “hacia el adentro” de la universidad, encierran formas de entender el conocimiento y su utilidad que estuvieron siempre íntimamente ligadas con modelos de desarrollo, de distribución de los recursos materiales y simbólicos y de definiciones de ciudadanía que trascendieron ampliamente los claustros de las casas de estudios.

Vamos a centrarnos en el análisis del papel jugado por la universidad en otros momentos de nuestra historia con características similares a la actual en lo que respecta a las relaciones de fuerza entre el campo del pueblo y el de los sectores oligárquicos constituidos en poder hasta entonces. Sin intentar trazar paralelismos forzados, esta comparación puede servir como punto de referencia respecto de las distintas posiciones que puede tomar la universidad de cara al proceso actual. Los ejemplos en nuestro pasado no son tantos, así como tampoco son tantos los momentos de avance de los sectores populares en el siglo que expiró.

Comencemos por la universidad del primer radicalismo, por la universidad que parió la Reforma del 18. En ese momento, en un contexto de ampliación de ciudadanía, de incorporación de los sectores medios e inmigrantes a la vida política, la universidad de la Reforma fue un ariete de los actores sociales que desde el llano pugnaban por una distribución más equitativa del poder, fundamentalmente del poder político. Si bien es posible encontrar aristas contradictorias dentro del propio ideario reformista, sería una necedad no reconocer el inmenso avance que implicó para la universidad argentina y latinoamericana y para el conjunto de la sociedad de ese momento la Reforma del 18. J. J. Hernández Arregui así lo entiende y es muy claro en su reivindicación de la misma: los primeros visos de nacionalización de los sectores medios hay que identificarlos en los jóvenes que combatieron de manera frontal contra una concepción del conocimiento elitista, contra un escolasticismo anacrónico y por la democratización de una institución hasta entonces claramente oligárquica.

Entonces es posible sostener que en el primer intento serio de avance de los sectores populares (que tuvo su expresión política en el radicalismo yrigoyenista) la universidad acompañó este avance y fue parte fundante del mismo. Y esto, más allá de las reivindicaciones huecas que a la distancia suelen hacer de este proceso quienes con posterioridad se colocaron de la vereda contraria a la de los intereses de las mayorías, porque la Reforma universitaria no sólo fue la retórica del autonomismo respecto de los gobiernos, sino, fundamentalmente, una profunda discusión respecto de qué tipo de conocimiento se debía impartir desde los claustros y de cuál debía ser la distribución de ese conocimiento en una sociedad que quería ser democrática.

El segundo gran momento de avance de los sectores populares fue el primer peronismo. La universidad se colocó en la vereda de quienes pretendían mantener el “statu-quo” y se resistían a la incorporación de los más humildes a la discusión por el poder político y económico. Las causas de este divorcio entre universidad y sectores populares son variadas, pero a grandes rasgos es posible decir que hubo una inmensa incomprensión de este nuevo momento de expansión de ciudadanía y que los sectores medios en su conjunto hicieron la apuesta equivocada respecto de sus propios intereses de mediano y largo plazo. Cuando el eje del desarrollo nacional se corría desde la tradicional producción de materias primas hacia un modelo de sustitución de importaciones, industrialización autónoma y distribución de la riqueza, una universidad centrada en la reproducción de profesionales liberales se resistía a ponerse en cuestión a sí misma y prefería cuestionar el nuevo orden propuesto.

Por último, entre mediados de las décadas del 60 y 70, en el último gran momento de apogeo de masas de la historia reciente, se dio lo que muchos han llamado “nacionalización de los sectores medios” y que tuvo su eje, justamente, en la universidad. Decenas de miles de estudiantes universitarios, muchos de ellos hijos de los mismos que unos años atrás habían votado a la Unión Democrática o habían festejado la caída del “tirano”, se incorporaban ahora a la política con una retórica plagada de reminiscencias del discurso del primer peronismo, incluso en los casos en los que se lo seguía mirando con desconfianza: desde la izquierda marxista hasta la Juventud Radical hablaban de “Liberación Nacional”.

Las autodenominadas “cátedras nacionales” fueron uno de los primeros intentos de poner sobre el tapete discusiones que estaban ausentes de los claustros, en un proceso que culminó con la gestión de Rodolfo Puiggrós (un marxista devenido peronista, todo un símbolo de la época) como Rector de la Universidad de Buenos Aires.

Está claro que en ese momento la universidad no sólo acompañó, sino que fue uno de los pilares de este avance de los sectores populares. La ley universitaria aprobada a principios de 1974 es muy aleccionadora respecto de qué concepciones del conocimiento se encontraban en pugna en ese momento. Las discusiones que atravesaban los claustros daban cuenta de la inmensa conciencia que tenían los actores políticos de la inescindibilidad de las discusiones académicas respecto de las políticas más globales, así como también de que cualquier proyecto que se pretendiera transformador en el largo plazo, debía incorporar como tema central del mismo una profunda transformación de la institución universitaria.

En este proceso ningún sector acotaba la discusión a la cuestión jurídico-legislativa ni a la estrictamente académica. El debate sobre un nuevo orden implicaba discutir qué universidad debía ser parte constitutiva del mismo, y por consiguiente se pusieron en tela de juicio desde los contenidos hasta las formas pedagógicas, desde conceptos aparentemente asépticos como el de “extensión universitaria” hasta las formas de gobierno. En suma, en un país en el que todo estaba en discusión, la universidad era discutida tanto en lo referente a su rol en el proceso histórico global como en lo concerniente a su funcionamiento interno.

Por último, con el retorno democrático de 1983 hubo un avance que se vio reflejado en una amplia participación estudiantil, aunque acotada por las limitaciones políticas e ideológicas de los actores que la encarnaron mayoritariamente. Eso sin lugar a dudas fue un reflejo de las limitaciones que tuvo en su conjunto la reapertura democrática encabezada por el alfonsinismo en tanto que (si bien fue un claro avance en muchos sentidos) legitimó en términos ideológicos el “statu-quo” impuesto a sangre y fuego por la dictadura. En ese sentido, en la Universidad, la validación de los concursos docentes realizados durante el proceso puede servir como metáfora de esa legitimación.


LA UNIVERSIDAD COMO ESCENARIO DE DISPUTA ENTRE DOS PROYECTOS DE PAÍS

Como ya señalamos, asistimos hoy a un momento de retroceso de los sectores oligárquicos y reaccionarios en el conjunto de Latinoamérica. Los gobiernos de Chávez, Kirchner y Tabaré Vazquez e incluso el de Lula, son una clara muestra de que las relaciones de fuerza han cambiado. Pero la historia nos enseña que la contraofensiva de aquellos que quieren que todo siga igual no se hará esperar. Se avecinan momentos duros, de intentos de desestabilización de los gobiernos democráticos, de fuerte polarización de la sociedad. Es previsible entonces que los sectores medios sean visualizados como aquellos que puedan torcer la balanza entre dos proyectos de país antagónicos. Entonces, es previsible que la universidad se transforme en uno de los principales escenarios de disputa.

En ese marco, discutir hoy la universidad es una necesidad imperiosa de aquellos que pretendan profundizar un proceso de transformaciones de fondo en nuestra región. Pero esta discusión puede tornarse engañosa y ser funcional a los sectores oligárquicos si se pone el eje de la discusión en cuestiones instrumentales y no se enmarca el debate como parte de discusiones más de fondo respecto de modelos de desarrollo y distribución de los bienes materiales y simbólicos, de autonomía nacional e integración regional, de ampliación de ciudadanía y profundización democrática.

La universidad que hoy tenemos es una institución profundamente atravesada por el orden en crisis y sus discursos subsidiarios (llámense estos postmodernidad, neodesarrollismo, cientificismo, reformismo hueco o autonomismo a ultranza). Entonces, pretender modificar la legislación vigente sin cuestionar al mismo tiempo el sentido común de quienes integran la comunidad universitaria es la segura garantía de que en el mediano plazo los sectores populares la tendrán en la vereda de enfrente.

Hay que discutir la Ley de Educación Superior. Pero hay que discutirla en el marco de un profundo cuestionamiento a los contenidos y prácticas pedagógicas que imperan en la Universidad, del para qué de la investigación y la extensión, de qué significa la autonomía, de quienes deben integrar el cogobierno, de cuál debe ser la relación entre universidad, estado y sociedad.

Estamos ante una oportunidad histórica. En los próximos meses se definirá si la universidad acompañará este momento de avance de los sectores populares, como lo hizo en 1918 o en los 70, o si volverá a formar parte de una nueva “Unión Democrática”.


* Este texto forma parte del artículo UNIVERSIDAD Y PROYECTO TRANSFORMADOR de Horacio Bouchoux.

martes, 22 de mayo de 2007

PALABRAS DEL MINISTRO DR. GINÉS GONZÁLEZ GARCÍA EN EL ACTO DE COLACIÓN DE LA PRIMERA PROMOCIÓN DEL “PROGRAMA MÉDICOS COMUNITARIOS

PALABRAS DEL MINISTRO DE SALUD Y AMBIENTE DE LA NACIÓN, DR. GINÉS GONZÁLEZ GARCÍA EN EL ACTO DE COLACIÓN, EN CASA DE GOBIERNO, DE LA PRIMERA PROMOCIÓN DEL POSTGRADO EN SALUD SOCIAL Y COMUNITARIA, DEL “PROGRAMA MÉDICOS COMUNITARIOS”

Señor Presidente; señor Vicepresidente; queridos colegas ministros; distinguidos decanos; alumnos egresados: bueno, un gran día, que cuando con Alicia tuvimos un sueño, hace ya más de dos años - y lo compartimos, primero, con el Presidente, y después con Daniel y Filmus - y todos juntos nos pusimos a ver cómo concretábamos ese sueño, cómo hacíamos realidad ese sueño, del cual hoy tenemos esta primera camada, esta primera hermosa camada, donde nosotros no sólo queremos reconocer, en nombre de los 17 egresados, a los muchos, a los 1.800 que están sucediendo en todo el país, sino que queremos reconocer en nombre de todos nosotros, en primer lugar, la voluntad de acción dejando de lado cualquier tipo de historia de desencuentro, sumar todas las universidades, sumar todas las provincias, sumar los ministerios nacionales y ponernos todos juntos a transformar la historia.

La historia - ustedes saben - de la atención primaria es un eje transformador, es un eje de más salud, es un eje de más inclusión, es un eje que corta centralmente a los principales problemas que tenemos hoy en la Argentina. Uno de ellos guarda relación no sólo con los déficits de salud, sino fundamentalmente con mucha gente que se siente excluida.

Esta idea de la medicina social y comunitaria, esta idea de no sólo saber Biología, no sólo saber cada una de las profesiones rurales, que ustedes integran este equipo, sino de entender más a la comunidad, de trabajar más con la comunidad, de hacer que la comunidad haga salud, fabrique salud y sea partícipe responsable y activa de la construcción cotidiana de su salud, que es una estrategia, a veces, difundida pero nunca elaborada en esa magnitud y mucho menos diseñada en un postgrado – que tengo el honor de decirlo – es el más grande del mundo.

Por eso los resultados ustedes los vieron recién en ese corto, un material fílmico que me emocionó porque tiene que ver con eso: no es solamente una cuestión de más conocimiento, es una cuestión esencialmente de un conocimiento distinto, un conocimiento no biológico, no en los términos tradicionales, sino un conocimiento de lo social, de lo comunitario, donde hay una frontera a desarrollar y un límite a pasar. Lógicamente, ese conocimiento genera actitudes y esas actitudes se logran con la cabeza pero también con el corazón, con la mística y con esta enorme voluntad puesta en cada barrio de cada provincia de nuestro país.

Este es verdaderamente un hecho transformador y la idea es que el programa tenga los elementos para transformar la realidad; nosotros queremos cambiar la historia y lo queremos hacer desde cada uno de los lugares de nuestro país, desde cada una de las jurisdicciones, de los municipios, de las universidades con la fuerza que tenemos que hacer para recuperar tantos años perdidos.

Por eso, agradezco mucho a las universidades y a sus decanos, porque ninguno preguntó mucho, sino que todos dijeron “cómo hacemos, cómo construimos, cómo sumamos, cómo cambiamos la historia del desencuentro entre las universidades, a veces, y los gobiernos, cómo salimos para afuera desde la Universidad, cómo hacemos programas que tengan que ver con las necesidades y con la realidad del país”.

Por supuesto, también agradezco a todos los partícipes y me comprometo absolutamente, en nombre de las más altas autoridades, que tengo el honor de compartir y en esto estemos todos juntos porque así lo quisimos, a hacer un camino que va a continuar, un camino que lo tenemos mucho más claro hoy pero que lo seguiremos desarrollando, lo seguiremos comprometiendo, lo seguiremos renovando y lo seguiremos ampliando.

Por eso, muchas gracias a los que se reciben, no es fácil hoy ser profesional de la salud, pero también es un hermoso desafío a veces hasta un poco crítico, pero también tiene que ver con la profesión que abrazamos y con el destino que queremos para nuestras vidas, para nuestras profesiones y para nuestro país.

Por eso, hoy no termina nada, hoy es un hermoso escalón en un nuevo camino que vamos a seguir transitando todos juntos para que desde nosotros cambie humildemente la historia no solamente de nuestro país, sino de los más débiles social, económica o biológicamente hablando.

Por eso, muchas gracias a todos y, por supuesto, como les decía el otro día, lo mejor está por venir.

Gracias. (APLAUSOS)

viernes, 18 de mayo de 2007

La democracia universitaria (Ernesto F. Villanueva)

En estos meses estamos observando sucesos recurrentes en varias universidades nacionales. Un sector del movimiento estudiantil impide la reunión de los órganos de gobierno de las universidades de Comahue, Buenos Aires, La Plata y Rosario.

Se trata de tácticas para situaciones excepcionales pero tienen el riesgo de que si se convierten en hechos comunes directamente ponen en cuestión las propias estructuras políticas de las instituciones de educación superior. Y es ello lo que hoy está en cuestión: la legitimidad de las autoridades universitarias. ¿Cuál es el grado de representatividad de nuestros representantes?

Si no hubiera dudas al respecto, los órganos de gobierno deberían reaccionar fuertemente haciéndose cargo que representan a la comunidad universitaria, que impedir su funcionamiento es impedir la democracia universitaria y, por ende, imponer sanciones para los boicoteadores.

Pero ello no ocurre. En un caso, hubo que trasladarse el Congreso de la Nación, en otro a una granja en medio de la Provincia de Buenos Aires, etc. Esto es, los propios representantes están afirmando que su representación está en crisis, que la universidad sigue funcionando casi sin ellos y que conforman una capa, una casta, una clase política más preocupada por su subsistencia que por llevar adelante una política que transforme nuestras universidades (que pagamos todos) en un sentido nacional y popular, que redefina prioridades, que dé respuesta a la creciente demanda de estudios, que busque mecanismos para elevar la calidad y cantidad de nuestros egresados.

A mi juicio, y entre otras cosas, está en juego tanto el sistema electoral actual como el propio sistema de gobierno. El sistema electoral indirecto privilegia las componendas de cúpulas y dificulta que la propia comunidad universitaria sepa qué está votando. Obviamente un sistema directo con voto ponderado haría más transparente los mecanismos electorales y dificultaría que los “intermediarios”, que no son otra cosa que una oligarquía universitaria, se repartan los cargos como botín en un festival lastimoso. Más aún, ayudaría a recrear un sistema político universitario que hoy está cruzado por las peores costumbres punteriles y clientelísticos que se pueda imaginar.

Si nos preguntamos porque la escasa participación estudiantil en un debate sobre la universidad que queremos, la respuesta ha de buscársela por el lado de que los canales no sean simplemente verbales sino que permitan que esas voces puedan llegar efectivamente al plano de las decisiones. Y la transformación del sistema electoral es un prerrequisito para ello.

jueves, 17 de mayo de 2007

Universidad y Organizaciones Sociales (Arq. Jaime Sorín, Vice Rector UBA)

Salvo un pequeño intervalo y aun con la Reforma de 1918 (movimiento de rebeldía de una generación y de la naciente clase media que puso en evidencia el carácter elitista de la estructura educativa e intento renovar la anquilosada docencia y “extender” la acción hacia otros sectores de la sociedad) la Universidad se mantuvo durante todo el siglo XX alejada de los problemas nacionales, reproduciendo a través de la mayoría de sus egresados las lógicas del liberalismo.

Esto se acentuó en la década del 90 cuando el radicalismo universitario se adueñó totalmente de las estructuras de gobierno y contribuyó con su silencio cómplice a la degradación de la institución, que se convirtió en un apéndice del mercado y terreno para el más grosero clientelismo. Todo esto mientras miraba hacia otro lado cuando el país se vaciaba y el neoliberalismo se adueñaba de las estructuras de pensamiento.

A partir de las jornadas del 19 y 20 de diciembre y de las políticas emancipatorias desarrolladas por el actual Gobierno Nacional se abre un nuevo horizonte que permite pensar a la Universidad como una institución activa, que promueva conocimientos para una sociedad que profundiza sus procesos de soberanía cultural y recuperando el sentido social del saber.

Así es como podemos interpretar las palabras recientes del Presidente Chávez en Paraguay: “hay que derrumbar los muros de las universidades”; es decir, revertir una enseñanza que se dirige a la construcción de elites corporativas, para recrear un ámbito donde se discutan problemas de real importancia y que exigen una palabra dada desde una Universidad que sea capaz de ofrecer soluciones creadoras que importen al país y al pueblo.

El desafío para la Universidad es hoy salir de sus disputas internas por los sillones de mando, de la respuesta a las estructuras de las profesiones tal como las perfila el mercado empresarial y es en este sentido que debemos pensar en una Universidad diferente, que sea capaz de relacionarse con las organizaciones sociales -que también son hoy diferentes a las que conocimos en otras épocas- a partir de una practica que no sustituya la capacidad instituyente de los integrantes de una organización por la acción de pequeños grupos militantes.

O sea, promover una ligazón que no solamente permita la transferencia de conocimientos sino que construya un compromiso vital entre la acción técnica y la vida cotidiana de la población mas necesitada.

lunes, 14 de mayo de 2007

Universidad y desarrollo económico nacional * (Aritz e Iciar Recalde)

Uno de los objetivos prioritarios del Estado nacional a partir de 1946, fue el de poner a las instituciones de nuestro país al servicio del desarrollo social, económico y cultural del pueblo y ya no de las oligarquías y del capital foráneo. Servicios públicos, bancos, ministerios, organizaciones gremiales, empresas industriales, escuelas, medios de comunicación, puertos, y cada una de las instituciones de la Argentina, fueron refundadas en el marco de los esquemas de la doctrina justicialista. Cuando le llegaba el turno a la universidad, la autonomía y la ciencia positivista se utilizarían como pretexto por las minorías enclaustradas en las instituciones, para evitar cualquier tipo de apertura hacia el nuevo estado de situación política del país. Éstos eran los profesores y administradores de la universidad, los autoproclamados combatientes del tirano y las masas fascistas, que educaron por décadas a funcionarios públicos y privados bajo una concepción ideológica al servicio del capital trasnacional y al modelo antinacional de la oligarquía terrateniente, reforzando las cadenas mentales de la Argentina neocolonia con la metrópoli imperial. Cuando un Estado popular y democrático se planteó como un objetivo estratégico educar ciudadanos bajo una concepción nacionalista y al servicio de la industria local y no de la extranjera, fue caratulado con el mote de intervencionismo absolutista y como opresor de la autonomía universitaria. Las multinacionales podían valerse de los docentes dentro de la universidad, que formaban a los estudiantes para moldearlos a la razón instrumental del capitalismo neocolonial. Mientras en las casas de altos estudios primarían las concepciones de la libertad abstracta que daban el respaldo mental al coloniaje y que sujetaban a sistemas de trabajo y explotación constante a los trabajadores, la ciencia estaba resguardada del poder político y del Estado omnipotente. Mientras el Estado intentará adecuar las formaciones y los programas de estudio de todas las facultades tras un esquema integral nacional y acorde a las necesidades económicas, sociales y culturales del país, sería y sigue siendo en la actualidad, conceptualizado por el pensamiento liberal y conservador como violatorio de la autonomía y de la ciencia libre. El positivismo confundiría “autonomía del gobierno respecto de la autonomía del Estado” y “autonomía del mercado respecto de autonomía de las necesidades del pueblo”.

El peronismo entonces:
- vincularía las formaciones universitarias con el desarrollo de las políticas del gobierno popular (creación de la Universidad Obrera);
- eliminaría las restricciones de ingreso a los estudiantes;
- aumentaría el presupuesto en educación;
- sentaría las bases para una cultura genuinamente nacional y popular;
- estructuraría las bases materiales del país para la inserción concreta de los universitarios en el aparato productivo a partir de los Planes Quinquenales y las instituciones al servicio del desarrollo industrial.

Para garantizar la mejor articulación entre las políticas públicas, la universidad y la economía nacional, la nueva Ley de Educación Superior de 1947 establecería una cláusula ubicando a los profesores al servicio del Estado nacional:

Art. 58º. – (Obligación de colaborar oficialmente). El profesor que optare por dedicar todo su tiempo a la universidad, estará obligado a prestar su dirección y asesoramiento técnico cuando fuera requerido por el Poder Ejecutivo.

En una universidad financiada por el Estado, paradójicamente, podía solicitarse a sus miembros docentes la más absoluta colaboración con las empresas trasnacionales o con la oligarquía terrateniente tal cual lo habían hecho por décadas, pero nunca se les podría exigir que respondieran a los intereses y necesidades de todos los habitantes de la nación. Por eso, esta cláusula sería fuertemente cuestionada por el pensamiento libre, que preferiría la esclavitud de la nación y la Argentina factoría ante el imperio neocolonial, por sobre cualquier posibilidad de ser un medio de desarrollo del Estado popular. El organismo que más oposición generaría entre los profesores y los estudiantes, sería el Consejo Nacional Universitario, ente abocado a la coordinación y a la planificación conjunta entre el Estado y la universidad. Este ente violaría la “autonomía” al inducir la necesidad de articular concretamente la acción de las universidades, las facultades y el resto de las políticas públicas. La ley introduce con este organismo la “planificación”, inexistente anteriormente en las universidades nacionales. El Consejo tenía las siguientes funciones:

Del Consejo Nacional Universitario

Art. 111º. – Créase el Consejo Nacional Universitario, el que estará constituido por los rectores de todas las universidades del país y será presidido por el Ministro de Justicia e Instrucción Pública.
Art. 112º. – El Consejo Nacional Universitario tendrá los siguientes deberes:
1º Coordinar la obra docente, cultural y científica de las universidades, de modo que consulte los intereses y problemas del país y de cada región universitaria;
2º Asesorar al gobierno en todos los asuntos relativos a la actividad universitaria, especialmente en la creación, supresión o transformación de universidades e institutos superiores;
3º Armonizar y uniformar los planes de estudio, condiciones de ingreso, sistemas de promoción, número de cursos y títulos a otorgar para las mismas carreras.


* Este texto forma parte del libro “UNIVERSIDAD Y LIBERACION NACIONAL", de Aritz e Iciar Recalde, Nuevos Tiempos, Lanús, marzo de 2007.

martes, 8 de mayo de 2007

Definición y objetivos del Servicio Social Universitario * (Carlos Sozzani)

Definiendo el Servicio Social Universitario (SSU)

El Servicio Social tiene como fin devolver a la sociedad aquello que ésta ha invertido en la educación del estudiante, a la vez que implica comprometer al estudiantado con su comunidad, en particular con los sectores más humildes, integrándolo crítica y activamente al proceso de reconstrucción nacional. La práctica concreta con destinatarios concretos permite asimismo confrontar los procesos formativos con la realidad social, produciéndose de esta manera un vínculo de retroalimentación entre el modelo de educación superior y las necesidades planteadas por el proceso de desarrollo social y productivo. En este sentido, “... el servicio social, más que requisito, debe ser considerado como una práctica que contribuye tanto a la formación profesional del estudiante, como al desarrollo de la educación superior y a la vinculación con las necesidades de la sociedad en su conjunto.” (1)

A su vez, consideramos relevante comprender el Servicio Social como parte del necesario proceso de democratización que debe atravesar la Universidad. Democratización de los saberes y tecnologías producidas en las casas de estudio, poniéndolos al servicio de sectores cada vez más amplios de la población. Democratización en base a una reestructuración de la Universidad en función de dar respuesta a las necesidades reales del país. Democratización a partir de la integración del estudiantado, los docentes, demás miembros de la comunidad educativa, y organizaciones sociales y sindicales en el proceso de forja de un nuevo modelo universitario acorde al nuevo proyecto nacional. (2)

El Servicio Social es también un medio para desarrollar valores, siendo que los profesionales formados en las universidades están llamados a desempeñar un rol social cada vez más importante, y su participación comprometida es indispensable para procurar el bienestar colectivo, no sólo como un método para mejorar la calidad de vida, sino sobre todo, un esfuerzo de solidaridad y fraternidad que contribuya a la cohesión social, a partir de la conciencia de compartir valores y un destino común.

En cuanto a la cuestión pedagógica, el Servicio Social se propone como una experiencia integradora de conocimiento que permite desarrollar: la capacidad de resolución de problemas; capacidad de adaptación a nuevas situaciones; capacidad de seleccionar información relevante de los ámbitos del trabajo, la cultura y el ejercicio de la ciudadanía, que le permita tomar decisiones fundamentadas; capacidad de seguir aprendiendo en contextos de cambio tecnológico y sociocultural acelerado y expansión permanente de conocimiento; capacidad para buscar espacios intermedios de conexión entre los contenidos de las diversas disciplinas, de tal manera de emprender proyectos en cuyo desarrollo se apliquen conocimientos o procedimientos propios de diversas materias; cuestiones que son señaladas por Carlos Tünnermann Bernheim como competencias básicas para el aprendizaje contemporáneo y estratégico. Por todo esto, podemos afirmar que el Servicio Social Universitario permite modificar las formas de aprendizaje y de evaluación, ayudando a flexibilizar y adaptar la currícula a las necesidades de la comunidad y de la nación, al mismo tiempo que incrementa la retención y la graduación profundizando la integración social de los estudiantes con sus contextos sociocomunitarios.

(…)


Objetivos

El Servicio Social Universitario es una herramienta de una gran importancia, que implementada adecuadamente, nos permitirá plantearnos los siguientes objetivos:

1) Desarrollar en los estudiantes los valores de la solidaridad y el compromiso con el bienestar colectivo.

2) Integrar el conocimiento teórico práctico aprendido en las aulas con una experiencia cognitiva desarrollada de manera interdisciplinaria y en contacto con las problemáticas más acuciantes del país.

3) Profundizar la relación entre la universidad y los problemas nacionales, permitiendo generar un vínculo de retroalimentación entre las funciones de extensión, docencia e investigación, que facilitará readecuar los contenidos curriculares y las tareas de investigación en función de las necesidades y desafíos del proceso de desarrollo nacional.

4) Democratizar crecientemente la universidad: democratización de saberes y tecnologías, democratización de las formas de construcción de esos saberes a partir de incorporar los saberes y experiencias populares, democratización a partir de reestructurar la universidad en base a las necesidades nacionales, democratización a partir de integrar al conjunto de la comunidad universitaria y a la comunidad toda al proceso de elaboración de una universidad nueva.

5) Promover el trabajo interdisciplinario, como forma de abordaje de la realidad.

6) Desarrollar conocimiento y tecnologías vinculadas al desarrollo nacional, ejerciendo una verdadera soberanía cognitiva o autonomía científica.

7) Integrar a las instituciones militares de educación superior al proceso de reformas universitarias, y al desarrollo social y productivo del país, fortaleciendo la solidaridad social, la ética democrática, la defensa de los derechos humanos y el compromiso con los destinos de la patria.

8) Promover la planificación estratégica del Sistema de Educación Superior, detectando las demandas nacionales y orientándose en función de las mismas, a la vez que incorporando a los distintos actores sociales y estatales en el diagnóstico, elaboración y ejecución de las distintas políticas.


(1) M. A. González Narváez y M. Castañón Hernández, “Un acercamiento al estudio del servicio social como práctica académica”, en Pedagogía, Revista de la Universidad Pedagógica Nacional, Abril-Junio 1997, Vol. 4 N° 10, México.

(2) “La concepción de democratización que se sostiene tiene explícita referencia al efecto que produce la ausencia de sectores populares sobre la circulación y, en especial, sobre la producción de conocimiento.” S. L. Brusilovsky, Extensión universitaria y educación popular, experiencias realizadas, debates pendientes, EUDEBA, Buenos Aires, 2000.

* Este texto forma parte del trabajo “EL SERVICIO SOCIAL UNIVERSITARIO COMO VECTOR DE TRANSFORMACIONES”, de Carlos Sozzani, diciembre de 2006.

miércoles, 2 de mayo de 2007

Facultad de Ciencias en un país sudamericano * (Oscar Varsavsky, junio de 1968)

Sobre los papers

Hacer un paper no es tan difícil. Yo diría que cualquier graduado de esta Facultad puede publicar en una revista extranjera sin mucho más esfuerzo científico que el que hizo para graduarse, siempre que haya conseguido un “padrino” extranjero que le haya dado un tema que tenga algo que ver con las corrientes de moda. Eso se consigue yendo becado al exterior, y es muy fácil equivocarse al asignar becas.


Sobre la "carrera científica"

La ciencia, por su gran prestigio, se ha convertido en una profesión codiciada y en ella hay que hacer carrera de cierta manera, ya estandarizada por normas internacionales. El éxito consiste en publicar papers, asistir a congresos y simposios, recibir visitas de profesores extranjeros, ser invitado a otras universidades como profesor visitante. Esta carrera requiere una técnica y un cierto umbral de capacidad y preparación. Pero la inteligencia no es un elemento decisivo, salvo en el caso de genios, y este caso lo dejamos de lado porque sobre genios no hay ninguna regla general que valga. Para el investigador común, el elemento decisivo para adquirir “status” en la carrera científica es un tipo de habilidad muy similar al “public relations”. Tal como en la competencia comercial, a menos que lo que se venda sea muy, muy malo o muy, muy bueno, es más importante saber vender que preocuparse por la calidad del producto. Esto puede parecer exagerado, y cuando yo publiqué mi primer paper, hace 25 años, me hubiera parecido una herejía, pero la experiencia me ha hecho cambiar de opinión.

Por supuesto, no todos los que tienen éxito en esta carrera científica son simples buscadores de prestigio, si no, la ciencia estaría estancada y no lo está. Pero tampoco progresa tan maravillosamente como se dice: tengan en cuenta que desde Aristóteles hasta Einstein hubo menos científicos en total que los que hoy viven y publican papers, y sin embargo en los últimos cuarenta años ninguna ciencia, salvo la Biología, produjo ideas, teorías o descubrimientos geniales corno los que asociamos a los nombres de Darwin, Einstein, Schrodinger, Cantor, Marx, Weber e incluso Freud. Los grandes adelantos han sido técnicos, inpublicables en revistas de “ciencia pura”: computadores, bomba atómica, satélites, propaganda comercial.

No está claro que el actual diluvio de papers ayude mucho al progreso de la ciencia, y por lo tanto no es válido en general el argumento de los que se niegan a “perder tiempo” enseñando porque dicen que sus investigaciones son más importantes. Eso puede ser cierto en un caso cada mil, no más.


Sobre el cientificismo

El cientificismo es la actitud del que, por progresar en esta carrera científica, olvida sus deberes sociales hacía su país y hacia los que saben menos que él.

Pero este peligro no lo vimos al principio, y seguimos preocupados exclusivamente con el otro, el de los fósiles, incapaces siquiera de ser cientificistas. Así, otra medida de seguridad que tomamos fue la de incluir científicos extranjeros en los jurados. Todavía no me explico cómo pudimos cometer semejante error.

Los científicos extranjeros son capaces -si están bien elegidos- de juzgar entre un paper "moderno" y uno anticuado, y siempre votaron en contra de los fósiles. Pero cuando se trataba de elegir entre dos candidatos científicamente aceptables, usaban sus propias normas, válidas en sus propios países, y optaban por el que había publicado un poco más, o se ocupaba de un tema más de moda, sin tomar en cuenta dos cuestiones esenciales: que en Sudamérica es tanto o más importante formar las nuevas generaciones de científicos que hacer investigación ya, y que la investigación que se haga debe servir al país a corto o mediano plazo. Esos criterios ideológicos, estos juicios de valor, no eran compartidos por los jurados extranjeros, y muchas veces nos obligaron a nombrar profesor a un cientificista dejando de lado a jóvenes también capaces de investigar, pero más conscientes de sus deberes sociales.

El resultado práctico de nuestros esfuerzos fue que "triunfamos", digámoslo entre comillas (muchas personas siguen creyendo lo mismo; yo no). En la mayoría de los casos, los fósiles fueron derrotados y en muy poco tiempo la Facultad de Ciencias de Buenos Aires fue considerada un ejemplo de ciencia moderna en Sudamérica; se multiplicó el número de papers producidos, nuestros alumnos hacían siempre un brillante papel en las universidades extranjeras a donde iban becados y cuando llegaba un profesor visitante siempre nos encontraba al día en todos los temas de moda.

Lo que conseguimos fue estimular el cientificismo, lanzar a los jóvenes a esa olimpíada que es la ciencia según los criterios del Hemisferio Norte, donde hay que estar compitiendo constantemente contra los demás científicos, que más que colegas son rivales. Y como esa competencia continua no es el estado ideal para poder pensar con tranquilidad, con profundidad, no es extraño que ninguno de los muchos papers publicados por nuestros investigadores desde 1955 haya hecho adelantar notablemente ninguna rama de la ciencia. Si no se hubieran escrito, la diferencia no se notaría.

A cambio de ese ínfimo aporte a la ciencia universal, encontramos que estos cientificistas no atendían a los alumnos, o peor, implantaban un criterio aristocrático en la Facultad: elegían algunos buenos alumnos porque los necesitaban como asistentes para su trabajo, y se dedicaban exclusivamente a ellos. Los demás eran considerados de casta inferior y debían arreglarse como pudieran.

En realidad, uno de los motivos que hace tan atrayente el cientificismo es que es muy fácil: no hay que pensar en cuestiones realmente difíciles por sus muchas implicaciones. A uno lo envían recién graduado a una universidad extranjera y allí su jefe le dice qué artículos tiene que leer, qué aparatos tiene que manejar, qué técnicas tiene que usar y qué resultados tiene que tratar de obtener. Si trabaja con perseverancia, consultando cuando se le presenta alguna dificultad, se graduará sin duda de "científico", y volverá a su país a tratar de seguir haciendo lo mismo que aprendió o algo muy relacionado con eso.


Sobre la originalidad en ciencia

Elegir en vez de aceptar no es fácil. Crear, mucho menos. La Ciencia parece a primera vista un cuerpo tan completo y perfecto que uno se descorazona fácilmente ante la tarea de innovar. Sin embargo, todos están de acuerdo en que dentro de un siglo la ciencia habrá descubierto campos, teorías y métodos totalmente nuevos. Eso significa que la ciencia de hoy no está cubriendo todos los campos posibles. Hay un horizonte inmenso de nuevas posibilidades.

El deseo de crear, de ser originales, tropieza con dificultades cada vez mayores a medida que se trata de una ciencia más básica.

Pero la originalidad no puede ser el único criterio. Eso corresponde a la ideología de que la ciencia es un juego y que el científico puede elegir el tema que le divierta más, porque su recompensa es el placer que experimenta al dedicarse a ese juego. Esa ideología se lava las manos de los problemas sociales y por eso debemos rechazarla.

Intentemos por lo menos una respuesta tentativa a este problema de hacer ciencia autónoma pero con un contenido social.

Yo creo que lo que tiene que hacer un país subdesarrollado es integrar la actividad científica alrededor de algunos grandes problemas del país. Y la Facultad de Ciencias tiene que orientar su enseñanza para que eso sea posible. Afirmo que con ese método de trabajo se conseguirá que la Universidad contribuya mejor al desarrollo del país y que no se haga seguidismo científico.


Sobre el tema científico que mayor importancia debiera tener

Es el estudio de la estrategia de desarrollo que más conviene al país. Partiendo de la situación actual objetiva, y de ciertas metas generales como eliminar la pobreza, la dependencia económica y cultural, etc., se debe investigar cómo efectuar ese cambio, pero analizando todos sus aspectos: con qué recursos naturales y humanos se cuenta, qué fuerzas internas o externas se oponen al cambio, qué instituciones se necesitan, qué fábricas son indispensables, cómo pueden continuar funcionando si hay un bloqueo comercial, etc., etc. Este es un problema que parece pertenecer a las ciencias sociales, pero si se plantea en todo su real tamaño requiere la colaboración esencial de las ciencias básicas, desde la discusión de los recursos naturales y los procesos tecnológicos de producción hasta los métodos matemáticos y estadísticos de analizar la enorme cantidad de factores que intervienen en el proceso simultáneamente.

E insisto en que aunque estos grandes proyectos parecen ser ciencia aplicada, en la realidad darán origen a muchos problemas de ciencia pura, y de manera funcional: no problemas teóricos cualesquiera, sino sugeridos por la necesidad de contestar a las preguntas planteadas en el proyecto y que la ciencia actual no alcanza a responder.

La famosa ciencia universal puede ganar mucho más de unas pocas ideas frescas, motivadas por problemas reales nuestros, que de nuestra incorporación pasiva a la gran competencia atlético-científica del Hemisferio Norte.


* Extractos de charla pronunciada por el Dr. Oscar Varsavsky en la Universidad Central de Venezuela en junio de 1968.