martes, 3 de noviembre de 2009

Simón Rodríguez evocado en jornadas universitarias por el Bicentenario (Oscar J. Serrat)

La figura de Simón Rodríguez (1771-1854), numen inspirador del Libertador Simón Bolívar y pedagogo que sustentó las ideas más avanzadas y progresistas sobre la educación popular, durante las luchas por la independencia suramericana, fue evocada el jueves en la segunda jornada del Congreso organizado por la Universidad de Buenos Aires (UBA) con motivo del próximo Bicentenario del primer gobierno patrio argentino.

En uno de los paneles del Congreso, que se realiza bajo el titulo de “Revolución, Emancipación, Democracia e Igualdad: 1810-1910-2010”, en dependencias de la Facultad de Ciencias Sociales, la licenciada argentina Carla Wainsztock, de la UBA, presentó un trabajo sobre “Simón Rodríguez: Emancipación y Pedagogía”.

En el mismo panel, cuyo tema central era “Educación e Igualdad: Utopías y Ucronías de la Emancipación”, la licenciada Faviola Rivera Castro, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), abordó la cuestión de “Liberalismo y Laicidad”.

En sus ideas sobre la educación popular y en sus conceptos pedagógicos, “Simón Rodríguez supera a (Jean Jacques) Rousseau y a (Johan Heinrich) Pestalozzi”, sostuvo Wainsztock, en una presentación basada en la abundante transcripción de textos del prócer venezolano, quien vivió la mayor parte de su vida fuera de su patria y murió en un humilde pueblo del Perú.

Wainsztock sostiene que el objetivo común de Bolívar y de su maestro era formar. “En el caso de Bolívar, la Patria Grande, la Confederación de Naciones. En el de Rodríguez formar tiene una connotación pedagógica que la referencia con la Paideia entre los griegos y la Bildumg entre los alemanes. Sin embargo, no se trata de repetir modelos sino de crear una nueva formación en Nuestra América..El proyecto político-pedagógico de Rodríguez es la educación popular, educación que significa un Estado educador. Frente a las escuelas de la colonia, escuelas para la Patria, escuelas para las Nuevas Repúblicas”.

Agrega que el objetivo de los trabajos pedagógicos de Rodríguez no era formar individuos, ciudadanos, “sino educar pueblos que se erijan en naciones. La instrucción debe ser nacional”, expresaba en uno de sus trabajos.

“Escuela social, educación popular, escuela política, escuela para la república, son sinónimos de la obra de Rodríguez “, sostiene Carla Wainsztock, que aportó una serie de textos del pedagogo venezolano :

--“En vida de Bolívar pude ser lo que hubiese querido, sin salir de la esfera de mis aptitudes. Lo único que le pedí fue que se me entregaran de los Cholos, los más pobres, los más despreciados, para irme con ellos a los desiertos del Alto Perú”

--“En los niños pobres está la Patria. Esto es los cholitos y las cholitas que ruedan en las calles..dénseme los muchachos pobres, o dénseme los que los hacendados declaran libres al nacer, los que no pueden enseñar, los que abandonan por rudos, a los que ya están grandes, a los que no pueden mantener”.

---Los doctores americanos no advierten que deben su ciencia a los indios y a los negros, porque si los señores doctores hubiesen tenido que arar, sembrar, recoger, cargar y confeccionar lo que han comido, vestido y jugado durante su vida inútil, no sabrían tanto, estarían en los campos y serían tan brutos como sus esclavos”.

--“Los americanos quieren vivir sin reyes y sin Congresos, no quieren tener amos ni tutores, quieren ser dueños de sus personas, de sus bienes y de su voluntad, sin que por eso entiendan vivir como animales feroces (que es lo que suponen los defensores del absolutismo manifiesto o paliado). Quieren gobernarse por la razón, que es la autoridad de la naturaleza”.

Simón Rodríguez, agrega Wainsztock, sostenía que “en América la autonomía debe acompañar a las repúblicas y cada sistema republicano debe ser sinónimo de educación popular, autoridad pública, libertad de expresión, derecho de ciudadanía, luces, virtudes y colonización del país por los propios habitantes”.

La expositora mexicana sobre la cuestión del liberalismo y el laicismo, por su parte, sostuvo que “los partidarios actuales de asimilar la idea política de laicidad a los valores de neutralidad, tolerancia y libertad de conciencia, usualmente se adhieren a la crítica del Estado laico, promovida por la Iglesias Católica, por ser ‘laicista’, esto es anticlerical e intolerante”.

“La pegunta obligada”, agrega la licenciada Rivera Castro, “es si los defensores de la laicidad como neutralidad, tolerancia o libertad de conciencia, llevan a cabo una lectura correcta de los cambios en el contexto social y político. Es innegable que la sociedad mexicana actual es mucho más plural y diversa de lo que era en la segunda mitad del siglo diecinueve, pero la pregunta importante es si la Iglesia Católica ha dejado de ser un adversario importante para la supremacía del poder civil. A pesar del optimismo de los defensores de la laicidad como neutralidad, existen muy buenas razones para dudar que la Iglesia Católica se haya convertido en una concepción valorativa entre otras tantas”

“En segundo lugar la Iglesia Católica sigue teniendo pretensiones políticas”, sostiene la investigadora de la UNAM. “Por pretensiones políticas quiero decir no solo que procure ejercer influencia en la esfera política, sino que, sobre todo, pretenda imponer sus propios valores morales al resto de la sociedad mediante las instituciones del Estado. Como en el pasado, la Iglesia Católica se caracteriza por no limitarse a vigilar la observancia de sus valores morales al interior de su congregación, sino que busca servirse de las instituciones del Estado para imponerlos a todos, independientemente de sus creencias religiosas o morales”.

“La Iglesia Católica está muy lejos de haber renunciado a su pretensión de formar parte del poder político y ejercer, de este modo, el gobierno moral sobre la conciencia de todos los ciudadanos. Esto ha quedado de manifiesto en varios casos recientes”, asegura Rivera Castro.

“Me parece que no tenemos buenas razones para abandonar el significado original de la laicidad como valor político. No tenemos buenas razones para disolverla en los valores de la neutralidad, la tolerancia o libertad de conciencia. Por el contrario, debido al actual predominio de la Iglesia Católica, tenemos muy buenas razones para seguir concibiendo a la laicidad como un valor que exige la estricta separación del Estado y las iglesias , y que asigna al Estado la función de secularizar sus instituciones, excluyendo todo contenido religioso de las mismas”, sostiene la especialista mexicana.