miércoles, 6 de junio de 2007

LA UNIVERSIDAD GORILA: carta abierta de Carlos Astarita

Buenos Aires, 30 de mayo de 2007


Al finalizar la reunión de investigadores del 21-05-07, el secretario de investigación, Claudio Guevara, molesto por mis críticas, me preguntó de qué lado estaba. Quería saber si me alineaba con la gestión o con sus enemigos. El requerimiento, perentorio, realizado ante varios colegas, y que originó una ríspida discusión, me obliga a aclarar mi posición.

1) Dejo de lado el hecho simple y axiomático de que clasificar es no pensar. Analizo la formulación en sí misma.

Al parecer, miembros de la gestión consideran enemigos a los que en historia forman la "mayoría de profesores", los llamados modernos, dicho esto con prescindencia de algún grupo residual.

La pregunta estaba entonces destinada a que tomara posición con referencia a un eje ordenador.

Aclaro que con esa "mayoría de profesores" mantengo diferencias importantes, que hace poco tuve oportunidad de recordar. Para aludir solamente a dos: a) estimo que debe haber un solo claustro docente con igualdad de derechos electorales, desde ayudantes a titulares, sean concursados o interinos; b) defiendo las cátedras paralelas como recurso de pluralidad.

Pero estas diferencias no los convierte en mis enemigos. Son, más sencillamente, colegas, compañeros de trabajo, que opinan distinto.

Descifrar esto no es inocuo; objeta el uso de un concepto nefasto para la convivencia académica. Aplicado desde la izquierda, conduce a prácticas estalinistas: perseguir, anular, suprimir, expulsar. Palabras parecidas atribuyó el decanato a Rodolfo Puiggrós en la creencia que lo honraban. Demostrar simpatías por alguna tradición autoritaria es una mala costumbre que suelen tener quienes aspiran a transformaciones rudimentarias.

2) Se vincula con este modo de contemplar las cosas una noción que repitieron los dos secretarios de investigación que se sucedieron en esta gestión: "la investigación tiene que estar al servicio de la sociedad".

Con abstracción del escollo práctico que esto supone, en verdad irresoluble fuera del despotismo más abyecto (¿quién determina lo que la sociedad requiere?), la experiencia indica que en el estado inicial de la investigación debe reinar la más generosa libertad. Ni Einstein para su teoría de la relatividad ni Marx para develar el secreto de la plusvalía recibieron el "mandato social" de algún funcionario ilustrado. Cuando esa orden guió al trabajo científico nació Lysenko.

Es necesario, entonces, invertir la fórmula: no es el investigador el que tiene que estar al servicio de la sociedad; es la sociedad la que debe servirse del investigador.

Pero no se trata sólo del condicionamiento previo. La cautela es aquí aconsejable por un criterio gnoseológico que Hegel explotó con sabiduría: toda posición puede tener su lugar como un momento particular de la verdad. La divergencia no hace más que enriquecernos si nos comportamos como activos constructores de conocimiento, aun cuando su papel no pase de permitirnos pensar en oposición.

3) Por iniciativa del decanato se han realizado en la facultad homenajes colectivos, a historiadores revisionistas, e individuales, a Rodolfo Puiggrós y Abelardo Ramos. Expresan un ideal de trabajo en verdad no muy trabajoso si se tiene imaginación. El ensayismo se antepone aquí al rigor que se enseña en las clases. Desconozco si en alguna universidad del mundo se cultiva aun el tipo de historiador que desvela al decano, aunque sospecho que ha querido obsequiarnos con una deplorable excentricidad.

4) No son menos insólitos acontecimientos que sucedieron en la facultad. Menciono sólo dos.

El primero consistió en nombrar como jurado de una tesis de doctorado sobre iglesia visigoda al Dr. Mariano Rodríguez Otero, profesor de historia contemporánea. No es un detalle agregar que en la facultad y en el país hay acreditados especialistas en el tema.

El segundo, del mismo tenor, es intentar elegir un triunvirato para hacerse cargo del departamento de historia. Si un triunvirato no es usual para cumplir esas funciones, que uno de sus miembros sea un alumno, excede los límites de lo imaginable. Este "alumno codirector de un departamento universitario de historia" es un engendro burocrático inhallable en cualquier lugar del mundo.

Esta iletrada originalidad no es un mérito; estos hechos merecen figurar en una antología del disparate académico.

5) La gestión transformó el salón de actos del edificio de 25 de mayo en un centro cultural. Por su programación, ese centro se asemeja a una Unidad Básica Justicialista, que posiblemente sea tan agradable para el gobierno nacional como es de desagradable para muchos investigadores de la facultad: no conozco a ningún colega que participe.

Un alineamiento oficialista tan obsecuente es grave; lo muestra la historia de las universidades en el siglo XV, cuando sus profesores renunciaron al pensamiento soberano para ser útiles al poder político. Reaparece aquí una conexión de interés: "ponerse al servicio de" es un descenso al servilismo de la inteligencia. Es el afán del burócrata que desea hacerse un camino, pero no es el camino de la ciencia y la cultura.

En conclusión, las diferencias que mantengo con la gestión no son pequeñas. Son problemas esenciales tratándose de la facultad.

Desde otro punto de vista, observo que estas aclaraciones ayudan a que el funcionario me incluya en uno de los dos casilleros que sostienen, con espíritu maniqueo, su método taxonómico. Agradeceré que no se equivoque en esa diminuta tarea.



Carlos Astarita
Profesor de Historia Medieval
Director del Instituto de Historia Antigua y Medieval, José Luis Romero (FFyL-UBA)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

"‘Ponerse al servicio de’ es un descenso al servilismo de la inteligencia. Es el afán del burócrata que desea hacerse un camino, pero no es el camino de la ciencia y la cultura.”
Sinceramente, la carta abierta del profesor Asterita parecería un chiste de mal gusto, sino fuera porque está hablando en serio. Me parece que su soberbia lo está encegeciendo: usted considera que no debe ponerse "al servicio de", como una muestra implacable de autosuficiencia. Lo felicito, ha sobrepasado los límites de cualquier otro académico, su conocimiento no puede ponerse "al servicio de", por lo cual, los mismos están "a su propio servicio", y no deben tener mas utilidad que la de aumentar su propio intelecto, el cual es demasiado privilegiado como para que "los otros" lo aprecien. Con su idea, siento que yo, como parte de la sociedad, no merezco sus clases, sino que debo ponerme a su disposición ¿Pero cómo, si solo soy un simple alumno?. Por ende, sus teóricos en la UNLP deben ser un regalo inmerecido, un sacrificio de su parte por su "descenso al servilismo de la inteligencia", al malgastar horas con estudiantes de historia.
Por favor, no pierda mas el tiempo con nosotros, esta parte de la sociedad que por mas que estudie historia, no vale la pena, porque somos menos que usted. Lo digo de corazón: no deje pasar su vida con nosotros, horda de inutiles alumnos (no haré la trillada mención a la etimología de esta última palabra), no descienda tantos peldaños para poner su intelecto al servicio de la sociedad, porque esta no se lo merece. ¿Que ha hecho por usted?... Aparentemente nada... ¿Nada? No son sus palabras, pero si niega que usted debe ponerse al servicio de esta, será porque nunca le fué útil a usted.
En sus clases, una vez escuché un comentario suyo que bordeaba lo incomprensible, lo absurdo, y lo equivocado que está: prácticamente, se burló de la docencia en general, de maestras de primaria y profesores de polimodal, rebajándolos a un mero estado de "mediocres". La memoria no me falla, y probablemente la suya si, porque no creo que tenga la valentía de aceptar esta afirmación nuevamente, y lo negará. Yo le pregunto... ¿Usted qué es? Porque si dicta clases, es un profesor, y según su concepto, un mediocre. No creo que ni bién recibido se hiciera cargo del Instituto de Edad Media. Supongamos que esto es así, que no necesitó dictar clases en algún colegio secundario: ¿son los docentes unos mediocres? Si es así, vuelvo a repetir, usted entra en la misma categoría en la cual encuadró a quienes llevan a cabo dicha profesión.
Replantee su rol como profesor, no pierda el tiempo dando clases si considera que un grupo de alumnos no está a su altura. Usted no representa un señor feudal, y nosotros no somos sus vasallos. La analogía es burda, pero se apega a su manera de ver las cosas.

Anónimo dijo...

Astarita es un viejo Carcaman o Garcaman que curra con la historia mediaval.
Es muy bueno ver que que se tilda de intelectual y con sobervia exige en los finales que sus alumnos repitan sus teoricos de memoria arrogandose la autoridad del pensamiento unico.
Creo que se le fue el absolutismo a la cabeza los alumnos no somos sus loros.
Y usted mas que repetir sus apuntes del año 70`debe dedicarse a dar catedra.
Juicio academico a los traidores

Adrian Ledesma U.N.L.P dijo...

..."La sociedad al servicio del Intelectual".Es una mala interpretación.
Una interpretación mas propia de un alumno eufórico y resentido que de un estudiante serio y con carácter científico. Digo esto por que es necesario saber diferenciar un desagrado personal de una tesis válida; cuando Astarita propone la lectura de "los intelectuales en la edad media" está dando las herramientas para un mayor análisis crítico, no solo del funcionamiento institucional, sino también de los fundamentos filosóficos que rigen en cada momento las corrientes de pensamiento.
Es muy valioso el progreso que esa obra puede darnos, pues también destruye algunos tabúes de la relación entre el alumno y el profesor. Podemos destruir a nuestros profesores; pero destruir sus tesis en pos de la verdad y no de una satisfacción personal.
La verdad sobre el interés, personal o social; una tesis guiada ante todo por la ambición a la verdad, verdad de la cual, cada interesado podrá valerse para encontrar lo que busque. De lo contrario; si el intelectual asumiera el rol de aquel que encuentra lo que busca con interpretaciones tendenciosas, la esencia del intelectual quedaría relegada al máximo de los idealismos y sería gran un paso atrás en el camino humano al progreso.

De la misma manera, una universidad dependiente de un poder político ajeno al puramente científico-profesional, o sometida a la burocracia institucionalizada en el seno de la misma, terminará por caer en una funcionalidad insoportable e inaceptable que rompe con la lógica de la misma.

Adrián Ledesma Estudiante de Historia de la U.N.L.P

Anónimo dijo...

Adrian de UNLP:

Decir que Astarita piensa que: "La sociedad al servicio del Intelectual" no es una mala interpretación, es una tergiversación de la mas vil. Siendo que lo que textualmente dijo fue: "es la sociedad la que debe servirse del investigador". Quien no entienda la diferencia le aconsejo un taller de lecto-comprensión.

Y lo entiendo yo que solo soy un simple obrero con secundaria completa.

Alumno de la UNLP dijo...

Esta bueno el debate que concito esta carta de Astarita. Y su análisis del proverbial eslogan de izquierda ''la universidad al servicio del pueblo'' es una prístina exposición de los riezgos implicados en una frase aparentemente tan inocua. Los problemas prácticos para la aplicación de este principio, el los delato. En la frase hay un germen de autoritarismo latente, al amparo de ese sujeto discursivo que es el Pueblo, el cual dispondría del servicio de los intelectuales. La mismísima ética del burócrata, que 'Es' el Pueblo y aspira a disponer de todos los mecanismo para adecuar la realidad a su discurso, contraría por principio la ética del intelectual. El intelectual, quien merece esa condecoración, es quien reivindica genuinamente la honestidad intelectual. De lo contrario nos internamos en la practica de un cinismo nefasto. Cuando el imperativo del discurso y nuestra acepcion de la realidad son incongruentes nos debatimos entre el intelectual y el burocrata. Por otro lado creo que la ambiguedad de la frase ''Ponerse al servicio del pueblo'' propicia interpretaciones divergentes. Esto no significo en la carta de Astarita, una negacion de la retribucion que pueda brindar a la sociedad el intelectual sino simplemente que el ejercicio de la intelectualidad academica debe ser soberano, despojado de consideraciones politicas adversas a los principios mismos del ejercicio cientifico. La sociedad puede servirse de uno, pero el desarrollo del conocimiento no debe regirse por ningún postulado apriorístico que en virtud de un carácter servil deba acatar la ciencia. Ni Dios, ni el Pueblo ni la Revolución, deben constreñir por mandato monolítico el desarrollo del conocimiento. Ahora si sirve mejor, en ese caso la funcionalidad sucede al proceso gnoseologico. Pero limitar el conocimiento a aquello que resulta funcional a un sujeto lesiona el espíritu científico. El único amo de un intelectual es la verdad cuyo acceso esta mediado por una metodologia convenida. Es la ralacion de autoridad lo que se debate. Cual es el imperativo en virtud de lo cual se validan conocimientos, su funcionalidad al pueblo o su calidad (academica, metodologica)