jueves, 9 de agosto de 2007

Recuperando la experiencia del Proyecto Maciel (Entrevista a Juan Carlos Marín) *

Cuéntenos algo del Proyecto Maciel...

Lo que hicimos fue tratar de crear una experiencia piloto, para que allí pudiéramos realizar experiencias y generalizarlas. La idea era el concurso de prácticas entre todas las fuerzas; intelectual, tecnológica de la Universidad volcada a una experiencia. En ese momento la localización fue la isla Maciel. Pero simultáneamente fuimos lanzando trabajos con organizaciones sindicales, de apoyo, de la logística necesaria de un organismo sindical en su lucha; tratamos de ver de qué manera, con que práctica los podíamos ir apoyando.

La experiencia más crucial fue la de Luz y Fuerza y la otra de construcciones navales. Este último, en ese período, 57/58, entró en una famosa huelga por tiempo indeterminado. La primera investigación que hacemos en Sociología, justamente, la hicimos sobre esa huelga, es decir, tratar de desentrañar el carácter ideológico, social, militante que tenía ese sindicato en la lucha social en la que ellos se habían embarcado. Ese trabajo está publicado en estructuras sindicales, un libro que te da una nueva visión. Incluso la base de esa investigación se dio inicialmente en el ciclo básico en los cuadernos de teoría del Estado, etc.

Y con la federación argentina de trabajadores de luz y fuerza lo que hicimos fue apoyarlos a ellos en la investigación acerca de costo de vida. La investigación esta fue la que permitió, muchos años después al INDEC, instituto nacional de censos del estado, empezar a hacer los estudios sobre costo de vida, canasta familiar, etc.

Son experiencias que son fáciles señalarlas, pero la construcción fue de una enorme complejidad.

¿En que contexto dentro de la Universidad comienza a organizarse el Departamento de Extensión Universitaria?

En términos cuantitativos, por supuesto, era una Universidad no tan compleja como la de hoy en día; era una Universidad de unos 50.000/80.000 alumnos a lo sumo; era una Universidad donde había una relación cuantitativa docente/alumno bastante favorable. Y además, era un momento de máxima creatividad, o sea, no había grandes experiencias acerca de que era la extensión universitaria, había que inventarla.

Isla Maciel fue una especie de planta piloto, ahí íbamos captando demandas, y organizamos la posibilidad de que la Universidad las enfrentara.

La experiencia de extensión marcó a fuego a 2 o 3 generaciones. Yo creo que los marcó porque demostró que la realidad se puede cambiar, pero hacia falta construir una fuerza moral que fuera capaz también de expresarse materialmente. Esto era de una complejidad enorme; esto era lo que íbamos descubriendo nosotros, no era que lo sabíamos desde el punto de partida. En el punto de partida, uno se tiraba al agua, sin saber nadar. Y ahí fuimos aprendiendo todo.

¿Cómo era la dinámica de este trabajo “extensivo”?

Empezamos a trabajar en el barrio a partir de la ayuda extraescolar. Las necesidades, después, te llevan por delante; te empezás a encontrar con pibes que se te caen por el hambre, con mujeres desesperadas porque les pega el marido. Las demandas se te caen encima, no tenés que ir a buscar mucho. Si sos una persona relativamente sensible, no te haces el boludo, empezás a pensar de dónde sacas fuerza para empezar a hacer algo.

¿Cómo se entendía la relación extensión-docencia-investigación?

Muchos de los problemas que esta gente tenía, la Universidad no sabía cómo resolverlos. Tenía que aprender a ver cómo, y eso es de una enorme complejidad. Por ejemplo, armar la cooperativa de vivienda, cómo lograr una planificación económica que la hiciera viable, a partir de una extrema pobreza.

Había cátedras que destinaban parte de su equipo docente a la experiencia. Y según fuera el tipo de tema o problema, suponía una adaptación por parte de la cátedra. Las investigaciones más sustantivas fueron de medicina y de sociología.

Fue una experiencia fugaz, 10 años no son casi nada. Sobretodo cuando viene el gobierno de Onganía y desaparece esa experiencia.

El objetivo hacia dentro de la Universidad era que la Universidad tuviera una relación permanente con el medio social, en particular con los sectores más desfavorecidos. Por que la otra forma de relación, con los sectores más favorecidos la tenía normalmente. Nosotros lo que queríamos eran romper el clima del privilegio universitario. Ese era la idea-fuerza más importante, era una lucha contra el privilegio. Nuestro programa, por eso, era esencialmente político; era tratar de que la Universidad tuviera una articulación con los sectores más desfavorecidos.

Habiendo pasado tanto tiempo desde aquella experiencia, ¿que evaluación hace al respecto?

La fugacidad de la experiencia fue el elemento más disipador, lleva muchos años ir desentrañando para cada una de las carencias y necesidades, distintas alternativas de resolución. Hace falta más tiempo para lograr acumular experiencias y poder generalizar.

Nosotros teníamos que luchar internamente en la Universidad todos los días para que la experiencia se mantuviera, porque si bien éramos un gran elemento de convocatoria, también en la lucha interna por la política universitaria había sectores que por supuesto no estaban de acuerdo con esa experiencia. Y nosotros teníamos que luchar en muchos frentes con el arma del movimiento estudiantil para mantener la experiencia y prolongarla.


(*) Publicada en Revista del Seminario “Universidad, Proyecto Nacional y Estado”, Número 1, Septiembre/ Octubre 2004.

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