miércoles, 28 de mayo de 2014
LANZAMIENTO DE LA MULTISECTORIAL POR EL BOLETO SOCIAL EN EL SUBTE
Entre los referentes que impulsan este proyecto, la legisladora Maria Rachid, argumentó que "El derecho al transporte es la llave de acceso a todos los demás derechos. Sin acceso al transporte no hay educación, ni salud, ni trabajo, ni jusrticia". Por eso, "Con los diputados Taiana, Ferreyra, Aragón, Campagnoli, Cerruti, Bergel, y Bodart, más otros y otras que se irán sumando, elaboramos esta propuesta que establece una tarifa social que tendrá como destinatarios a los trabajadores y trabajadoras de la salud y la ecuación de todos los niveles, y los trabajadores y trabajadoras que cobran el salario mínimo o no registrados y los receptores de planes sociales o subsidios, entre otros"
El proyecto propone implementar un boleto social para estudiantes, trabajadores de la educación jubilados, pensionados y personas con discapacidad, beneficiarios de planes sociales y a los trabajadores que cobren el Salario Mínimo Vital y Móvil.
Entre los referentes que impulsan este proyecto, la legisladora Maria Rachid, argumentó que "El derecho al transporte es la llave de acceso a todos los demás derechos. Sin acceso al transporte no hay educación, ni salud, ni trabajo, ni jusrticia". Por eso, "Con los diputados Taiana, Ferreyra, Aragón, Campagnoli, Cerruti, Bergel, y Bodart, más otros y otras que se irán sumando, elaboramos esta propuesta que establece una tarifa social que tendrá como destinatarios a los trabajadores y trabajadoras de la salud y la ecuación de todos los niveles, y los trabajadores y trabajadoras que cobran el salario mínimo o no registrados y los receptores de planes sociales o subsidios, entre otros"
El proyecto propone implementar un boleto social para estudiantes, trabajadores de la educación jubilados, pensionados y personas con discapacidad, beneficiarios de planes sociales y a los trabajadores que cobren el Salario Mínimo Vital y Móvil.
domingo, 26 de septiembre de 2010
HACE MEMORIA, por Aritz Recalde
TOMATE “1 MINUTO” Y HACE MEMORIA DE LO QUE OCURRÍA Y DE LO QUE OCURRE EN LA UNIVERSIDAD ARGENTINA
Aritz Recalde, septiembre 2010
OCURRIÓ EN LA DÉCADA DEL NOVENTA CON MENEM Y CON DE LA RUA | OCURRE DESDE EL AÑO 2003 CON NÉSTOR Y CON CRISTINA KIRCHNER |
Desfinanciaron y redujeron los presupuestos en educación. | Invirtieron el 6% del PBI y aplicaron leyes que fijan metas de financiamiento educativo. |
Recortaron el 13% del sueldo a los docentes y trabajadores estatales, incluyendo a los universitarios. | Aumentaron los salarios docentes más de 450% desde 2003. Actualmente si tenes un doctorado te aumentan el 15% el salario y el 5% si dispones de una maestría. |
Privatizaron las jubilaciones y bajaron los haberes de los universitarios. | Nacionalizaron las AFJP y le otorgaron el 82% móvil a las Jubilaciones de los docentes universitarios. |
No le pagaban el sueldo a cientos de ayudantes y docentes. | Pasaron a planta a más de 3000 docentes con el Programa de Rentas Ad-Honorem” (PREDAH). |
Expulsaban del país y mandaban a “lavar platos” a los científicos. | Repatriaron más de 600 científicos con el programa RAICES y becan a más de 8.000 estudiantes y a más de 6000 investigadores desde el CONICET. |
Destruyeron las industrias y desfinanciaron la educación técnica del país en todos los niveles. | Promueven la industrialización de la argentina y sancionaron una ley de Educación Técnica. En la universidad implementaron los programas como el PROMEI o el PROMAGRO para promover carreras estratégicas en estos campos. |
Promovieron la educación liberal al servicio de los poderosos. | Promueven la extensión y la educación socialmente relevante con más de 2000 programas de Voluntariado. |
Desfinanciaron la ciencia y la cultura del país. | Crearon el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica financia más de 3000 proyectos. |
Congelaron la inversión en infraestructura y los edificios se caían a pedazos. | Aplican el programa de obras e infraestructura más importante de los últimos 30 años con más de 110 obras terminadas en todo el país. |
Generaron el desempleo de dos dígitos y no llegaban los trabajadores a la universidad. | Generaron más de 4,5 millones de puestos de trabajo e implementaron programas de becas universitarias para 40 mil alumnos (Bicentenario, TICS o PNBU). Abrieron y financian comedores universitarios. |
Sancionaron Ley Federal que destruyó la educación Primaria y Media y votaron la Ley de Educación Superior (LES) reprimiendo con la policía a los estudiantes. | Sancionaron la ley de educación 26.206/06 con la participación popular en miles de foros. Actualmente, promueven el debate democrático para redactar otra LES. |
Desfinanciaron los posgrados, conjuntamente al resto del sistema científico. | Dispusieron de fondos para que los docentes de las universidades del país cursen de manera gratuita los posgrados. |
Destruyeron la ciencia estatal e impulsaron las privatizaciones de nuestro patrimonio público. | Recuperaron empresas y servicios estratégicos (fondos de jubilaciones, Aerolíneas, Aguas o Correos). Actualmente se construyen satélites desde INVAP, producimos energía atómica desde la CNEA o financiamos Fabricaciones Militares. |
Del 2003 a la fecha se abrieron 9 universidades para que todos los argentinos tengan posibilidades de acceder a la educación superior, en el marco de un proyecto industrialista, latinoamericanista, que lucha por la distribución del ingreso y que defiende los derechos humanos.
UN PUEBLO SIN MEMORIA ESTÁ CONDENADO A REPETIR LOS ERRORES
TOMATE “1 MINUTO” Y HACE MEMORIA DE LO QUE OCURRÍA Y DE LO QUE OCURRE EN LA UNIVERSIDAD ARGENTINA
Editor del blog www.sociologia-tercermundo.blogspot.com
miércoles, 25 de junio de 2008
Política Nacional o Autonomía Universitaria: ¿quién debe planificar la política educativa? (Aritz Recalde, junio de 2008)
La nota de Clarín comenta diversos proyectos de creación de Universidades nacionales y trae a consideración algunas voces que ponen en cuestión la legitimidad de las nuevas instituciones. Dejando de lado cada una de las propuestas mencionadas, nos interesa señalar que el artículo acarrea un tema más profundo y es aquel referente a quién debe planificar la creación de Universidades y la política educativa. Por un lado, tal cual lo transcribe Casas, están aquellos que sostienen que se le deben dar mayores facultades en estos temas al Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y a los Rectores de las universidades autónomas. Por otro lado, están otros que guiándose en la ley, sostienen que es el Congreso de la Nación el ámbito legal y lo que es trascendente además, es el lugar legítimo para su creación.
La ley 24.541 (LES) en el artículo 48 sostiene que solo pueden crearse universidades por “ley de la Nación, con previsión del crédito presupuestario correspondiente y en base a un estudio de factibilidad que avale la iniciativa” y el mismo artículo sostiene que “tanto el cierre como la creación requerirán informe previo del CIN”. Contrariando la LES, Casas expresa la voz del CIN que le reclama al Estado nacional que el mencionado “informe previo” sea vinculante. Dichos Rectores y tal cual se expresa en algunos comentarios del CIN en este y otras intervenciones públicas, cuestionan al sistema político argentino y sus instituciones al sostener reiteradamente que la universidad autónoma debe planificar las políticas del conjunto del Estado y que los ámbitos de expresión mayoritaria, en este caso el Congreso de la Nación y las comisiones de educación, deben mermar en sus facultades.
Tal cual se expresa diariamente en el funcionamiento de la Educación Superior, ésta concepción genera una escisión profunda entre la democracia de masas y sus representantes, y la universidad cogobernada que funciona, con pocas excepciones, sin generar ámbitos de coordinación con el conjunto del Estado y las organizaciones económicas, sociales o culturales de una región.
El Congreso es la expresión federal de la voluntad popular, buena o mala, pero innegablemente producto de la democracia de masas. No ocurre lo mismo con el cargo de Rector de una Universidad que nace de una elección producto de un conjunto reducido de actores de la comunidad. No desconocemos la opinión del CIN, pero si creemos que el debate de la planificación universitaria debe dar lugar, prioritariamente, al conjunto de actores de la comunidad nacional ligados a las políticas públicas, la producción y el trabajo. Los Ministros de las distintas carteras y en una acción conjunta con los legisladores y los representantes de las organizaciones de la producción y el trabajo de cada región, deben ser los encargados de formular y acompañar la política de creación de universidades. En este cuadro, el CIN puede dar su opinión que no por ser importante, tiene que dejar de ser “no vinculante”. El Congreso y el conjunto de los representantes de la política de la nación, son los depositarios legales y legítimos, que deben planificar la Política Universitaria que tiene que atender las necesidades del conjunto del país y no solamente, la opinión del grupo de universitarios que gobiernan las Casas de Altos Estudios.
Tras 25 años de política electoral de masas, estamos seguros de la importancia que implica reforzar la democracia atendiendo las decisiones de las mayorías para la formulación de las políticas de Estado: los temas universitarios no son la excepción. En este sentido es que el Estado y sus representantes de la elección popular, tiene que iniciar un debate profundo sobre la Planificación Universitaria Nacional y dicha cuestión no puede ser delegada a un grupo de Rectores. Asimismo, y tal cual lo expresamos en las “65 propuestas para refundar Otra Universidad”, (http://sociologia-tercermundo.blogspot.com) consideramos central para la calidad de la democracia y la vida de los habitantes de la comunidad, que los representantes de la políticas públicas municipales y provinciales, conjuntamente a los de la producción y el trabajo de cada región, ingresen al gobierno de las Universidades. En su defecto, se corre el riesgo de implementar dos democracias: una de elites universitarias “autogobernadas” y distantes de la gente; y otra de mayorías populares expresadas en gobiernos que no encuentran canales para relacionarse con la Universidad que les da la espalda. Esta separación puede promover corporaciones universitarias desentendidas de los problemas de la región de la cual forman parte y solamente con más democracia podemos superar este obstáculo.
lunes, 31 de marzo de 2008
"Los mismos de siempre": Algunos comentarios a las retenciones a las exportaciones
Aritz Recalde, Sociólogo y docente de la UNLP
14 de marzo de 2008
En los últimos días, el gobierno nacional anunció un aumento de las retenciones a la exportación de la soja en 9,1 puntos, que sumado al incremento implementado a la exportación de girasol en 7,1 y a la reducción del 0,8 y 0,9 puntos al derecho correspondiente al maíz y el trigo respectivamente, completan un paquete de medidas que son impulsadas para frenar los aumentos de algunos alimentos y promover cultivos considerados prioritarios. Contra las acciones de gobierno "los mismos de siempre", los SRA (Sociedad Rural Argentina) o CARBAP (Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos aires y La Pampa), lanzaron sus furibundas acusaciones, demandas y reclamos contra este paquete de medidas. Sobre estas cuestiones, tanto el anuncio de la medida como la reacción de algunos sectores, realizaremos un breve comentario.
Como punto de partida, consideramos oportuno traer a consideración el precepto repetido por Perón de que "la tierra no debe ser un bien de renta, sino un bien de trabajo" y que la "propiedad privada tiene una función social". A partir de aquí, es necesario reflexionar respecto a que el precio de los productos de la canasta básica que consumen los argentinos no es un debate meramente técnico entre los productores y el Estado, sino que por el contrario, es profundamente social e involucra a la nación en su conjunto. El aumento considerable de los precios de los productos agrícolas en los mercados de exportación es una variable internacional que el gobierno no puede modificar y que se traduce en un achicamiento de los saldos de producción vertidos al mercado interno y en una suba de los precios para las familias argentinas. A diferencia del mercado internacional, el Estado si puede adquirir una importante injerencia sobre el desenvolvimiento del mercado nacional. Sobre este complejo cuadro, el Estado no sólo puede, sino que "debe" intervenir priorizando el sentido social de la propiedad y permitiendo el desarrollo de la ganancia de los productores, pero conciliando a la vez, la posibilidad del consumo de alimentos del conjunto de los trabajadores. La acción diaria de los productores agrícolas se inserta como un eslabón más en la cadena de la producción, la industrialización, la comercialización y el consumo del país y su desenvolvimiento debe acompañar el desarrollo nacional, guste o no, a los productores del campo.
Las mayores retenciones de soja intentaron aumentar la producción de maíz y de trigo ya que y entre otras cuestiones, el primero es de suma importancia tanto para el consumo de los argentinos, como para la producción ganadera (carne, leche y derivados). Conjuntamente al aceite y el harina, estos frutos del país forman parte de los productos "conflictivos" y sobre los cuales se están estudiando implementar las retenciones móviles. En este marco, el debate "técnico" entre el Estado y las organizaciones del campo, debe subsumirse al problema social y político que implican los aumentos sobre las familias y la cadena de valor y la competitividad del país.
Además y completando lo dicho, es importante remarcar que las retenciones son un mecanismo recaudatorio legal y legítimo que tiene el Estado para redistribuir la riqueza del país y para garantizar el desarrollo pleno y sustentable. Desde la devaluación el país inició un proceso de reconstrucción industrial que necesita de crédito, de tecnología, de infraestructura en rutas o trenes, de educación y salud para los trabajadores que tienen que tener una canasta básica alimentaría accesible y popular: la recaudación de las retenciones tienen que apuntalar estas cuestiones. El Estado para garantizar la existencia y grandeza nacional, debe armonizar el funcionamiento del conjunto de actores del país, sean provenientes de la producción o el trabajo y del Campo o la industria y limitando si es necesario, la obtención de rentas de privilegio de algún grupo en función del bien común. Demás esta decir, que el campo se vio beneficiado por el tipo de cambio que implica un costo al país y lo mismo ocurre con los subsidios a los combustibles o los gatos en la construcción de rutas, en los hospitales a los cuales se dirigen sus trabajadores, en el acceso la educación gratuita en todos los niveles, en la inversión en seguridad, en el acceso a la tecnología o en la asistencia técnica de las agencias de investigación públicas (INTA, INTI, etc.), etc. El campo genera un "costo" al Estado y no solamente y como reclaman los productores, son "expropiados con impuestos injustos". Asimismo y pese a las retenciones, el campo goza de una alta rentabilidad no solo de la producción, sino además, que han aumentado los precios de la tierra y los arrendamientos. No desconocemos las diferencias que pueden existir entre los reclamos de las Confederaciones Rurales Argentinas, la Sociedad Rural Argentina o la Federación Agraria Argentina o entre las demandas de los pequeños y grandes productores o entre los productores nacionales y los extranjeros, pero y pese a eso y aunque las medidas pueden mejorarse, vemos positivamente el aumento de las retenciones.
Si tenemos en cuenta que la Ley de Financiamiento Educativo estipula una inversión del 5,3 por ciento del PBI para este año, podemos decir que la inversión en educación va a verse favorecida también por estas medidas derivadas del contexto internacional.
Dejando de lado el debate circunstancial por las medidas de las retenciones, estamos seguros que aun queda vigente discutir un programa nacional que establezca los derechos y los deberes de las partes "trabajo, producción, comercialización y Estado", en el mediano y largo plazo. La formación de "retenciones móviles" por cuatro años intenta dar continuidad a la política: es positivo avanzar en ese camino, pero lejos está de ser la solución que demanda el país. En la Argentina y en los temas del campo y la producción, hay problemas de fondo que tienen que discutirse y planificarse.
El Estado y entre los temas que le incumbe enfrentar, debe determinar los costos de producción y los modos de distribución de la ganancia con el objetivo de promover un reparto equitativo entre terratenientes y arrendatarios o entre productores y trabajadores. En este sentido, es bueno recordar la sanción del "Estatuto del peón del campo y el tambero mediero", la fijación por ley del "precio de los arrendamientos" o las "suspensiones de juicios por desalojo" implementadas en la década de 1940. El campo debe discutir seriamente y no solo con el Estado, quién se "apropia" de la renta y el fruto del trabajo entre los distintos actores que forman la cadena de producción: está profundamente vigente la necesidad de revertir dichas asimetrías dentro de toda la cadena. Asimismo, es importante direccionar en el mediano plazo y como parte de un Programa nacional, una distribución sustentable entre los distintos cultivos y actividades agrícolas y ganaderas.
Otra cuestión que hay que discutir profundamente y con conciencia nacional, es el alarmante proceso de concentración y extranjerizaciòn de las actividades de la tenencia de la tierra, la fabricación de semillas, de tecnología y de patentes o de la producción y la comercialización de las actividades agropecuarias. Nuevamente, podemos regresar un poco en la historia y rediscutir los alcances y la actualidad de los intentos de recuperar la soberanía nacional en temas de comercialización, apropiación y redistribución de los excedentes desarrollados por el Instituto de Promoción del Intercambio (IAPI) en las décadas del cuarenta y el cincuenta. Asimismo, es bueno rediscutir el rol de lo que fue la Junta Nacional de Granos o la Junta Nacional de Carnes. El productor nacional o el pequeño, se ven desfavorecidos por los grandes acopiadores y comercializadores, muchos de ellos extranjeros, y esto debe discutirse atendiendo la soberanía y el desarrollo del país.
Otra cuestión crítica tiene que ver con la tendencia al despoblamiento del campo y las pequeñas comunidades, cuestión que debe ser atendida promoviendo la radicación de familias y de los jóvenes estudiantes en el interior, conjuntamente a la formación de cooperativas.
En el tema universitario que nos involucra directamente es importante rediscutir los perfiles y el tipo de las investigaciones de las carreras ligadas a la producción, atendiendo las demandas de las organizaciones del campo nacionales y en particular, del sector público y del nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnología. El objetivo debe ser el fomento del desarrollo de una ciencia y una tecnología nacional que permita reducir los egresos financieros del país en carácter de pagos de patentes, de regalías, de profesionales extranjeros, de costos de insumos importados, reduciendo la exportación de profesionales. Asimismo, vamos a seguir sosteniendo la necesidad de articular la universidad con el país y el campo desde la implementación de Secretarías Económico Sociales y desde la formulación de un Servicio Social obligatorio que fomente la radicación de profesionales en las comunidades agrícolas.
Las organizaciones del campo y previo abandono del enfrentamiento directo al gobierno, podrían sugerir al Estado una inversión en infraestructura y en servicios para sus sectores y beneficiosas, además, para el conjunto país. El Estado debe canalizar el ahorro de las retenciones en el desarrollo nacional, evitando el consumo superfluo propio de estos sectores caracterizados por su incapacidad histórica de reinvertir las ganancias en la industrialización de sus manufacturas. Distribuir los ingresos fruto de la renta diferencial del suelo, dar la cobertura necesaria para las zonas marginales, impulsar la presencia de la producción argentina en el mercado mundial, otorgar créditos, promover la tecnología nacional, apuntalar una colonización en el territorio federal, frenar la extranjerización de la tierra y el comercio, garantizar el abastecimiento interno, sostener la política cambiaria y regular los precios, articular la industria y el campo en un proyecto conjunto, favorecer a los medianos y pequeños productores nacionales y fortalecer la acción del Banco de la Nación Argentina, son algunas de las actividades a las cuales el Estado no puede renunciar.
Hay que asumir a conciencia que el debate del campo actual "excede" a las retenciones y que es importante que lo asumamos por el bien del país y no solamente, para obtener mayores beneficios de algunos sectores de la comunidad argentina. Como dirigentes universitarios que bregamos por el desarrollo nacional sustentable y por una justa distribución del ingreso, acompañamos al gobierno nacional en esta decisión, y fundamentamos nuestra posición como parte de una corriente de estudiantes y profesionales universitarios con conciencia nacional.
domingo, 23 de marzo de 2008
“Hay que terminar con el elitismo” (Página 12, 23 de marzo de 2008)
“Hay que terminar con el elitismo”
El rector del colegio dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, Gustavo Oliva, reivindica la necesidad de formar a los mejores alumnos sin apelar a un ingreso restrictivo y defiende la elección democrática de las autoridades.
El rector Gustavo Oliva frente a la escuela centenaria. La presidenta CFK inaugurará las nuevas obras.
Por Julián Bruschtein
El Colegio Nacional de La Plata está en el cambio. Desde el edificio hasta el plan de estudios se están remozando. En esta entrevista el rector del secundario preuniversitario, Gustavo Oliva, destaca su perfil “no elitista”, ya que no requiere un examen de ingreso, y hace un análisis de la situación por la que atraviesa la educación media. Mientras terminan las obras de reciclado del edificio, que inaugurará la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, la etapa por la que está pasando el colegio se caracteriza por la modernización de algunos aspectos organizativos, como que el edificio está cruzado por corredores temáticos (Ciencias Exactas, Educación Física, entre otros), a los que los alumnos tienen que acudir en el horario que les corresponda, para que “se vayan haciendo a la idea de lo que es la universidad”.
–Usted plantea una modernización del sistema educativo. ¿Dónde están los mayores problemas?
–En Argentina es hora de producir cambios en las escuelas porque estamos viviendo un tiempo que nos lo exige. A mí me tocó ser funcionario de la provincia de Buenos Aires entre el ’88 y el ’91, y había una situación de crisis total: pagábamos desdoblado, después tuvimos 45 monedas diferentes en el país, fue un proceso de ruptura que la escuela en general lo vivió, porque la crisis no se queda afuera, el padre sin laburo también entra a la escuela a través de sus hijos. Lo que sucede es que es injustificable que después de casi 27 años de democracia todavía tuviéramos el plan de estudios de 1977 en el Colegio Nacional. Esto tiene que ver con una cultura docente que también existe, que subyace, que le tiene temor a sumarse a lo nuevo.
–¿A qué se refiere con “lo nuevo”?
–Cuando nosotros decimos que podemos llegar a la telefonía celular desde la matemática trigonométrica estamos abordando desde otro lugar la materia, que la hace más interesante para los chicos. Esto lleva aparejada la idea de innovación, en la que se tiene que observar qué es lo que sucede cuando se le ofrece al estudiante este tipo de propuestas. Por ejemplo, cuando llega a quinto y sexto año y se le presentan otras proposiciones, como elegir sus materias con un sistema de créditos. A esto hay que acompañarlo con una cuestión curricular que tiene que compensar las nuevas necesidades, porque no puede ser que un joven conozca solamente seis o siete carreras universitarias, cuando por ejemplo la Universidad de La Plata tiene 243 títulos de grado.
–¿De qué forma se estimula la orientación hacia esas otras disciplinas?
–Hace falta empezar a mirar cuestiones más concretas, como por ejemplo el Astillero Río Santiago, para que los chicos vean cómo se hace un barco, o en YPF ir a ver una destilería petroquímica. Incluso tenemos una Facultad de Ingeniería Aeronáutica que está funcionando a metros del colegio y los chicos por ahí ni la conocen, culpa de la desvinculación dentro del propio campus universitario. También tenemos un sistema de pasantías preuniversitarias en el que los alumnos van a las universidades, ingresan a algunas cátedras, miran, revisan, investigan, analizan, producen. La idea es vincular estrechamente al colegio con el grado superior, aunque debo reconocer que no es fácil.
–Usted comentaba que el programa vigente era el de 1977. ¿Qué ejes trabajan hoy en día?
–El tema de la memoria es muy importante. A lo largo de estos años se fue poniendo a las aulas los nombres de los alumnos y docentes de-saparecidos durante la dictadura militar, que de este colegio fueron 96. También se está terminando el Paseo de la Memoria, al frente de la entrada, y tenemos el edificio Combatientes de Malvinas. Se trabaja hoy con la idea de que los chicos tienen una externalidad permanente, entonces a veces cuando algunos profesores dicen que no prestan atención, lo que proponemos es trabajar mucho sobre las cosas a las que los chicos sí les prestan atención si queremos una escuela inclusiva y de calidad. Tratamos de no desbalancear las distintas temáticas.
–Hay quienes indican que la nueva ley de Educación Superior debería contener a los colegios preuniversitarios ¿Cuál es su posición?
–Los colegios universitarios tienen razón de ser en tanto y en cuanto tengan una impronta de investigación y de transferencia. Si esto va a ocurrir, me parece fantástico que a los colegios nos incluyan en la futura ley. Hay que atender que la génesis de estos colegios es la transferencia, así por supuesto que tienen que estar contemplados en la LES. Pero si van a ser colegios de elite, no nos interesa ni estar en el estatuto, porque para colegios de elite tenemos muchos y privados. Pero los colegios preuniversitarios deben tener una impronta pública, para todo el público, porque si no se reproduce un sistema de inequidad. Es decir que nosotros tenemos que formar los mejores alumnos, pero antes tenemos que permitir que ingresen. Hay que terminar con el elitismo en la escuela pública.
–Los alumnos del Pellegrini reclaman democratizar los espacios de decisión. ¿Usted está de acuerdo?
–Nosotros vamos hacia la creación del Consejo de Escuela, cada uno puede protagonizar desde el rol que tiene. Lo que no puede ser es que a los colegios de Capital les sigan poniendo los rectores por la ventana. Porque sabemos también que hay una cantidad de acuerdos políticos con grandes operaciones políticas detrás para designar autoridades. Acá se hace a través de la presentación de proyectos, por concurso de oposición y antecedentes y por la votación de los docentes. La participación de los chicos en el Consejo es importante, porque hay que prepararlos para la vida democrática. El problema es cuando se mezclan las cuestiones ideológicas con las partidarias, porque lo importante es no partidizar ni por izquierda ni por derecha. Si los chicos a los 18 años eligen presidente y representantes, por qué no van a opinar sobre un plan de estudio.
viernes, 29 de febrero de 2008
Universidad y Organizaciones Sociales: un camino para la integración de la Universidad en el Proyecto Nacional (Mov. Univ. Evita) (2º Parte) *
El alto grado de movilización popular y de transformación de las estructuras de la dependencia, encontraban un fuerte correlato en el Proyecto de Universidad perseguido. Observamos a lo largo de nuestra historia cómo a cada modelo económico-social corresponde un determinado modelo de Universidad. En su mensaje a la Asamblea Legislativa, Cámpora definía claramente la necesidad de que la Universidad se insertara activamente en el proceso de desarrollo social y productivo del país:
“Nos preocupa, ciertamente, ordenar la universidad en su función social y en su planeamiento institucional. Porque tenemos una clara idea política del país sabemos que el único encauzamiento posible puede darse en la medida en que la universidad se realice como respuesta efectiva dentro del proyecto político nacional. Pero este principio teóricamente válido no quita las enormes dificultades que se tendrán que salvar, en la realización inmediata, para superar la encrucijada de la crisis actual. En efecto, más allá de sus cíclicos desplazamientos docentes como constantes históricas de su pasado, la universidad se nos ofrece en estos momentos en una caótica coyuntura. Resulta ello lógico si se analiza el proceso de los últimos años viciado por la falta de una política coherente con el país e incluso consigo misma. Las medidas aisladas, sin contexto global, los programas segmentados sin visión de conjunto, los dimensionamientos meramente cuantitativos y geográficos sin esquemas de unidad global ni ponderación de recursos humanos y financieros, la prevalencia de una tecnocracia vacía por falta de objetivos, la adopción de resoluciones presionadas por impulsos circunstanciales de intereses sectoriales, todo ello configura un difícil cuadro de situación que para ser superado necesitará de un profundo y sistemático esfuerzo que apunta más hacia logros futuros que eventuales éxitos inmediatos.” (7)
La Universidad Nacional y Popular -como fue llamada en esta época- empezaba a proyectarse claramente como Universidad de masas, rompiendo las barreras del elitismo tradicional. La enseñanza superior debía abrirse de modo tal de incrementar exponencialmente el número de alumnos. Por consiguiente, resultaba imprescindible disponer de un sistema de ingreso que no obturara las posibilidades de estudio para la juventud. (8)
Partiendo de la concepción de que toda la población tenía el derecho a acceder a la educación, se impulsó la articulación de las estructuras universitarias “… de manera tal que progresivamente le permitan acercarse al ideal de llegar a todos los habitantes de la nación.” (9) De esta manera, la Universidad debía exclaustrarse, “… llegando con contingentes de sus integrantes a todos los sectores donde se desarrollen actividades sociales, económicas, políticas, administrativas, etc., de las cuales tenga algo que extraer y para actuar sobre ellas, mejorándolas o aumentando su índice de eficacia social.” (10) La consigna era “… convertir a todo el país en el escenario de la enseñanza…” (11)
En consecuencia, el abordaje de las problemáticas sociales era el eje fundante de este modelo de Universidad al servicio del Pueblo. Se establecieron apoyos jurídicos gratuitos a cargo de docentes jóvenes y de estudiantes de los últimos años, se dispuso de asistencia sanitaria preventiva en muchas villas, llegaron a conformarse estructuras de apoyo a las pequeñas empresas desde el punto de vista contable y administrativo, se desarrollaron fábricas de genéricos para cubrir las necesidades de los hospitales públicos, y se firmaron convenios de “Asistencia recíproca para la elaboración y ejecución de proyectos científicos y tecnológicos de apoyo a los planes de los gobiernos nacional y provincial, en el ámbito de la provincia de Buenos Aires”. Desde la UNLP, e participó activamente del operativo Plan Provincial de Reconstrucción “Gobernador de Buenos Aires Coronel Manuel Dorrego”, el cual consistió en una labor conjunta entre efectivos militares y la Juventud Peronista en las zonas anegadas por las lluvias.
En julio de 1973, se crearon por resolución del Consejo Superior de la UNPBA, los Centros Pilotos de Investigación Aplicada (CEPIA). Estos funcionaban como equipos interdisciplinarios conformados por docentes y alumnos, que trabajaban en territorios marginales de la Capital Federal y Gran Buenos Aires. Aritz e Iciar Recalde sistematizan algunas de sus funciones:
“Investigar el grado de satisfacción de las necesidades populares en donde desarrollan sus tareas los centros; investigar si la formación proporcionada a los egresados de la UBA, se ajusta a la plena satisfacción de las necesidades populares en las zonas investigadas; investigar cuales son los cambios estructurales que deben promoverse en la enseñanza que proporciona la UBA, para la plena satisfacción de las necesidades populares; investigar cuales son los cambios estructurales que puede promover la UBA a las autoridades de la Nación para el mejoramiento y el perfeccionamiento de los servicios que presten los distintos organismos y empresas del Estado; proporcionar a la población de las zonas investigadas, asistencia complementaria; desarrollar conclusiones sobre el trabajo interdisciplinario.” (12)
La acción de los CEPIA era concebida como complementaria de las organizaciones barriales representativas, y las tareas realizadas tomaban como punto de partida las necesidades detectadas junto a las mismas. Esto sin duda, significó una modalidad innovadora de abordaje de la realidad y la posibilidad de que sujetos no universitarios participaran activamente en el diseño, ejecución y evaluación de las investigaciones.
En palabras de quien fuera uno de sus principales protagonistas, el rector de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, Rodolfo Puiggrós, el objetivo era claro: “Aspiramos a que el universitario no sea un ser aislado a la espera de un título. Aspiramos a su compromiso con el Proyecto Nacional”.
Podemos decir que el profundo vínculo establecido entre la Universidad Nueva y las problemáticas nacionales y populares, a partir de numerosos proyectos y prácticas, contemplaba una dimensión política: el relacionamiento de los estudiantes con la realidad del país y sus problemáticas; una dimensión pedagógica: la integración del conocimiento teórico (13) y la vinculación temprana, en muchos casos a la investigación; y una dimensión social: los aportes producidos por la acción social y la investigación vinculadas al desarrollo social y productivo del país devolvían a la sociedad el trabajo que ésta invertía en el sostenimiento de la Universidad.
En 1974 se sancionaba la Ley 20.654, también conocida como Ley Taiana, la cual planteaba la integración y el compromiso de la Universidad con el desarrollo nacional y regional, al mismo tiempo que propugnaba la coordinación y planificación conjunta con los diferentes organismos estatales y organizaciones libres del pueblo. Se definía una orientación “… tendiente a establecer la independencia tecnológica y económica.” (art. 2, inciso b). La ley prohibía la injerencia dentro de la Universidad de intereses contrarios al desarrollo y bienestar de la nación: “Es incompatible con el ejercicio de la docencia universitaria o funciones académicas que le sean correlativas, el desempeño de funciones jerárquicas o de asesoramiento, remuneradas o no, al servicio de empresas multinacionales o extranjeras, como así también la pertenencia a organizaciones u organismos internacionales cuyos objetivos o accionar se hallen en colisión con los objetivos de la Nación.” (art. 11). Además, establecía la participación docente, estudiantil y no docente en los órganos colegiados de gobierno universitario; la gratuidad de los estudios superiores; la responsabilidad estatal en el financiamiento de las Universidades nacionales; y creaba también un sistema de becas orientado hacia las carreras estratégicas.
Aquella Universidad era posible porque el país atravesaba un proceso de avanzada popular. Pero pronto fue obstaculizado por el golpe del 76 y la instauración del neoliberalismo.
La Universidad nacional ha sido modelada desde la última dictadura militar hasta nuestros días bajo una fuerte impronta neoliberal. El trío castrense barrió a fuerza de bayonetas hasta el último nicho de resistencia existente en las aulas para avanzar en la implementación de un modelo económico basado en la especulación financiera, un Estado mínimo y una apertura económica indiscriminada que dio por tierra con nuestra industria nacional. Durante el gobierno militar se redujo de manera drástica el presupuesto para educación, se cerró la Universidad Nacional de Luján, se suprimieron carreras y cátedras, se modificaron los planes de estudios, se desfinanció la investigación y la extensión universitaria, se implementó el arancelamiento, exámenes y cupos de ingreso, se cerraron los comedores universitarios y se cancelaron las becas estudiantiles, al mismo tiempo que se alentó el crecimiento de las universidades privadas. Atrás quedaba aquel Estado de Bienestar que intervenía fuertemente en los destinos de nuestra economía. Atrás quedaba aquella Universidad Nacional y Popular del ‘73 respaldada por la intransigente Ley Taiana.
Partiendo de la base de que a cada modelo económico-social corresponde un determinado modelo de universidad, observamos cómo a partir de 1976 se da un quiebre en el modelo de acumulación que caracterizó al Estado de Bienestar, dando lugar al modelo neoliberal, con su correspondiente correlato en la Universidad.
La recuperación democrática del 84 -mal que nos pese- no significó la vuelta a la Universidad con responsabilidad social. Por decreto del Poder Ejecutivo pusieron en vigencia los estatutos en uso hasta 1966, omitiendo toda normativa al respecto establecida durante el último período democrático (1973-1976). Este decreto suscitó grandes controversias, ya que no fijaba plazo a la intervención, no reincorporaba a los cesanteados y prescindidos, no anulaba los concursos de la dictadura, y no reestablecía la Ley Taiana, desconociendo el mandato del último Congreso elegido democráticamente. En este período comenzó a desarrollarse un nuevo concepto de extensión universitaria: recitales, cursos, cines, etc. La articulación con sindicatos y organizaciones sociales no tuvo relevancia alguna. El modelo económico-social imperante seguía siendo el mismo al instalado en la segunda mitad de la década del 70. Por lo tanto el modelo de Universidad no cambiaría más que en sus formas de elección y de gobierno.
El tiempo nos ha mostrado que a cada modelo económico-social corresponde un determinado modelo de Universidad. La década del 90 significó en términos económicos la profundización del modelo neoliberal imperante desde el 76, teniendo un correlato muy fuerte en la Universidad.
Así, durante los años 90 se fue forjando una Universidad de espaldas al conjunto de la población, reforzando su corte elitista. No sólo porque buscaba restringir el acceso a los sectores populares a través del recorte presupuestario y el arancelamiento encubierto, sino porque su sentido institucional estaba puesto en función de los intereses transnacionales ajenos al fortalecimiento del Estado y la Nación. La Universidad era una mera reproductora de los preceptos de Washington, siguiendo los cánones neoliberales de producción de conocimiento, regidos por planes de categorizaciones y de incentivos, que envuelven a nuestros investigadores en el estrecho mundo de la producción de papers y ponencias sobre infinidad de temáticas que por su cosmopolitismo y falta de direccionalidad -en muchos casos- no conducen a nada.
El modelo de los 90 era devoto de aquella Universidad Isla que aún hoy se sigue reproduciendo. Una Universidad autocomplaciente que produce un conocimiento para sí misma, ajena a cualquier tipo de problemática nacional. La extensión universitaria ocupaba un rol totalmente secundario. Javier Lorca, periodista de Página/12, graficaba muy bien esta situación cuando decía que la extensión universitaria era la “hermanita pobre de la docencia y la investigación”. En todo caso, “la extensión universitaria” había sufrido un proceso de resignificación importante:
“Las actividades de extensión universitaria proliferan en las facultades de la Universidad de Buenos Aires, con una oferta bastante curiosa: hay desde programas solidarios y comunitarios, hasta cursos de platería, cría de carpinchos y clases de esloveno, por mencionar algunos. El problema es que no hay un marco que regule su funcionamiento, ni tampoco cuentan con financiamiento, por lo que muchas actividades resultan aranceladas a veces para autofinanciarse, a veces para generar recursos.” (14)
Si bien este modelo fue resistido por amplias movilizaciones estudiantiles, como aquellas que resistieran la promulgación de la Ley de Educación Superior en 1995, logró imponerse con mucha fuerza. También encontró importantes excepciones. Por mencionar algunas, se conforma en el año 2000 en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA el Plan Fénix como usina de pensamiento de una planificación económica alternativa al modelo neoliberal. La Universidad comenzaba a encontrarse con la Nación, pensaba nuestras problemáticas y rompía los moldes del Pensamiento Único. También expresaron excepciones importantes los modelos de planificación de algunas universidades como la de Lanús, que desde sus inicios comienza a romper los muros facultativos para encontrarse con la población y sus problemáticas cotidianas, incorporándolas a la formación profesional.
Los pilares de este modelo todavía tienen cimientos fuertes en la actualidad, si bien empiezan a cuestionarse cada vez con más fuerza. El debate en torno a la derogación de la Ley Universitaria Neoliberal y la implementación de una nueva Ley acorde al Proyecto Nacional en marcha es un paso en ese sentido. Otro aporte importante en dar por tierra con el enclaustramiento universitario es sin dudas el Programa de Voluntariado Universitario, que vuelve a plantear con fuerza (esta vez como iniciativa del Ministerio de Educación pero con una importante respuesta de la comunidad académica) el imbricamiento necesario entre la Universidad y la sociedad, obligando a pensar desde cada especificidad académica las problemáticas nacionales y cotidianas de nuestro Pueblo. El Programa fortalece una formación profesional con sentido social a la vez que implica una devolución en términos institucionales de la Universidad respecto de la sociedad. Es positivamente disruptivo del modelo enclaustrado y elitista que se venía forjando en los últimos 30 años.
Democratización
El proceso de reconstrucción nacional en marcha abre la necesidad de resignificar el rol de la Universidad y su misión como institución; desarrollar su inmenso potencial en esta nueva etapa que se abre en la Argentina; repensar la articulación entre extensión, investigación, docencia y los desafíos de la coyuntura. En suma, poner nuestra ciencia y la capacidad creadora de los recursos humanos que le dan vida, a disposición de un proyecto de país fundado en valores de justicia social y soberanía nacional.
La Universidad no fue ajena a la salvaje ofensiva neoliberal que atravesó a nuestra Patria durante la década de los 90. Al latido de las premisas del Banco Mundial, se produjo un profundo proceso de mercantilización del conocimiento, desculturización, elitización y progresiva privatización de la educación pública en todos sus niveles. Revertir este proceso implica no sólo luchar por mayor presupuesto para la Universidad, por democratizar su estructura o por cambiar el elenco estable que la gestiona desde hace más de 20 años. La verdadera reforma no es defender solamente un ingreso formalmente irrestricto (condición necesaria, pero no suficiente), si no construir una sociedad donde el ingreso a la Universidad sea realmente irrestricto, donde el hijo del obrero pueda egresar como ingeniero.
Se hace necesaria la construcción de una Universidad donde autonomía signifique la necesaria independencia de las administraciones de turno, pero nunca la desafección de su responsabilidad en el devenir de las mayorías sociales y del destino nacional: el reclamo por la mera autoreproducción de una institución/fábrica de profesionales liberales ya no puede ser el único norte de las reivindicaciones de sus miembros, sin caer en la negación de la realidad circundante o en un abierto cinismo.
En este marco, el tan mentado debate en torno a la democratización merece una mirada que dé cuenta de las contradicciones que atraviesan las visiones más atadas a un autonomismo conservador; para más de un sector, coartada para recusar el contralor del Estado defendiendo privilegios y negociados; para otros, y en el mejor de los casos, para sostener posiciones pretendidamente transformadoras, que en el fondo son emergentes de una concepción elitista que desconoce la necesaria imbricación entre el proceso de transformación de una institución estatal (la Universidad), y la dinámica general del cambio social.
Reducir la discusión en torno a la democratización de las altas casas de estudios a la paridad docente estudiantil en los órganos de co-gobierno, implica ocluir por medio de reivindicaciones sectoriales, el necesario e ineludible debate en torno a la formidable contradicción que atraviesa una institución sostenida con el trabajo diario de las mayorías sociales, a la que sólo puede acceder un sector minoritario de la sociedad.
La respuesta al problema de la Universidad, articula la necesidad de democratizar su vida interna y desplazar las camarillas que lucran con su autismo, con la resolución del nudo gordiano que atraviesa nuestro devenir como Nación: “O inventamos o erramos”. O construimos un proyecto de país soberano, de y para las mayorías sociales, o volvemos al neoliberalismo excluyente y desintegrador.
Sin la comprensión de esta disyuntiva del presente, todo intento de “democratización”, merece ser puesto en cuestión en tanto atajo para la ruptura de una hegemonía al interior del sistema universitario, para la imposición de otra; ambas, más allá de autodeclamadas pretensiones transformadoras, ajenas a la resolución del drama social que nos atraviesa como Nación.
Las Organizaciones Sociales
Para proponer políticas eficaces que relacionen a la Universidad con las organizaciones sociales, tenemos que profundizar en una definición y una descripción de estas organizaciones, en el rol que cumplieron históricamente y en su rol actual. También en su grado de inserción social, para delimitar el alcance de estas políticas en la tarea de relacionar la Universidad con las necesidades nacionales y sociales.
En un sentido amplio, las organizaciones sociales incluyen a los sindicatos de trabajadores, a los movimientos de desocupados, a las asociaciones profesionales, a los organismos de Derechos Humanos, a los movimientos en defensa del medio ambiente, a las organizaciones de género y a cientos de organizaciones no gubernamentales con distintos objetivos (explícitos o no). Pero si pretendemos focalizarnos en el desarrollo de propuestas de interacción que permitan derribar los muros del aislamiento entre la Universidad y la sociedad tendremos que detenernos en el análisis de las que resultan más relevantes por su grado de inserción social y por el potencial que podríamos desplegar a partir de vincularlas con nuestras universidades.
Las organizaciones que surgieron de la resistencia al neoliberalismo, principalmente como movimientos de desocupados, evolucionaron por distintos caminos a medida que la recuperación del empleo les impuso una transformación.
Durante los años de la hiperdesocupación, se adueñaron de las rutas y de las calles para reclamar trabajo y confrontar contra un modelo que excluía a la mayoría de la población. Obtuvieron la implementación de distintos planes de emergencia que fueron inicialmente otorgados a quienes protagonizaban la confrontación y luego del colapso del 2001 fueron generalizados a millones de “jefes y jefas de hogar”.
A partir de la salida de la crisis, las organizaciones sociales, algunas oficialistas, otras opositoras, ampliaron el marco de su accionar, incorporando la implementación de las políticas de inclusión social que el Estado generó al irse superando la emergencia. Principalmente las políticas de subsidios y asistencia para emprendimientos productivos, que permitieron la conformación de cooperativas y la inclusión en el trabajo de miles de personas. Las necesidades que surgen de estos proyectos son múltiples: se necesita apoyo para la gestión, para la capacitación, para la incorporación de tecnología, para el estudio de la factibilidad económica de los proyectos, etc. En este campo, las Universidades pueden aportar a cubrir todas estas necesidades. Ya se han llevado adelante muchos convenios con distintas universidades y facultades que permiten demostrar el potencial de esta interacción.
Universidad y Organizaciones Sociales
De esta manera, la creación de Consejos Sociales, y otras instancias de planificación del sistema educativo superior en íntima relación con las organizaciones sociales, gremiales, económicas, entre otras, implicarían un primer aporte en la redefinición de un proceso de democratización entendido como progresivo involucramiento de los sectores populares en las decisiones del gobierno universitario, y en la disputa de sentido en torno a la responsabilidad de profesionales y futuros profesionales en la tríada “universidad - reconstrucción nacional - bienestar de las mayorías populares”.
La implementación del Servicio Social Universitario, una práctica institucionalizada en varios países de América Latina como México o Venezuela, es otro mecanismo que permitiría profundizar la interacción entre la Universidad y las organizaciones sociales. El Servicio Social Universitario permitiría: a) desarrollar en los estudiantes los valores de la solidaridad y el compromiso con el bienestar colectivo; b) integrar el conocimiento teórico práctico aprendido en las aulas con una experiencia cognitiva desarrollada de manera interdisciplinaria y en contacto con las problemáticas más acuciantes del país; c) profundizar la relación entre la Universidad y los problemas nacionales, permitiendo generar un vínculo de retroalimentación entre las funciones de extensión, docencia e investigación, que facilitará readecuar los contenidos curriculares y las tareas de investigación en función de las necesidades y desafíos del proceso de desarrollo nacional; d) la democratización crecientemente de la Universidad: democratización de saberes y tecnologías, democratización de las formas de construcción de esos saberes a partir de incorporar los saberes y experiencias populares, democratización a partir de reestructurar la Universidad en base a las necesidades nacionales, democratización a partir de integrar al conjunto de la comunidad universitaria y a la comunidad toda, al proceso de elaboración de una universidad nueva; e) promover el trabajo interdisciplinario, como forma de abordaje de la realidad; f) desarrollar conocimiento y tecnologías vinculadas al desarrollo nacional, ejerciendo una verdadera soberanía cognitiva o autonomía científica; g) promover la planificación estratégica del Sistema de Educación Superior, detectando las demandas nacionales y orientándose en función de las mismas, a la vez que incorporando a los distintos actores sociales y estatales en el diagnóstico, elaboración y ejecución de las distintas políticas.
La relación entre las universidades nacionales y las organizaciones sociales puede, sin duda, constituirse en una de las claves para la dinamización del proceso de desarrollo social y productivo del país, generando un vínculo de retroalimentación que permita integrar a la Universidad de manera activa y crítica en el proceso de reconstrucción nacional, jerarquizándola y adecuándola en tanto factor de desarrollo social y productivo; y que fortalezca los niveles organizativos populares, cooperando en la resolución de las grandes problemáticas sociales y nacionales.
En este sentido, el investigador brasilero Renato Dagnino, propone el concepto de exvestigación, construir conocimiento “hacia afuera”, junto a los estudiantes y los movimientos sociales, un conocimiento orientado hacia los problemas. Esto permitirá diseñar una política científica y tecnológica autónoma, que atienda a nuestras necesidades y que valorice las funciones de extensión como creadoras de conocimiento, contra aquellas concepciones de evaluación académica que sólo privilegian la contabilización de artículos en revistas internacionales.
Por todo esto, el nuevo modelo universitario no puede surgir sino de un intenso vínculo con el proceso de transformaciones abierto en nuestra patria. Porque, como escribió José Martí en Impresiones de América: “… al mundo nuevo corresponde la Universidad Nueva…”
7- Cámpora, H. “
8- Villanueva, Ernesto, “Una gesta poco conocida”, en Dossier del Movimiento Universitario Evita, 2006.
9- “Bases para
10- Idem.
11- Idem.
12- Recalde, Op cit., pp. 305-306.
13- “… el trabajo sobre la realidad de barrios obreros y marginales además de aportar en términos de servicio concreto a la comunidad, estaba concebido como uno de los momentos de integración teórico práctica que era la base de la nueva formación…”. (Vázquez, S.
14- Lorca, Javier, “Subsidios para la hermanita pobre de la investigación y la docencia”, Diario Página 12, 22 de junio de 2004.
* Artículo publicado en Participación e Innovación en la Educación Superior. Para que el conocimiento nos sirva a todos (Programa Nacional de Voluntariado Universitario, Ministerio de Educación de
martes, 12 de febrero de 2008
Universidad y Organizaciones Sociales: un camino para la integración de la Universidad en el Proyecto Nacional (Mov. Univ. Evita) (1º Parte) *
No desconocemos las implicancias de este debate que volvemos a plantear y la posición que sostenemos no significa negar que las Universidades Nacionales nos han brindado por años miles de profesionales sin los cuales nuestro país y nuestra sociedad no serían concebibles, posibles. Y nuestra Patria es un proyecto posible. Pero en esa posibilidad reside también la necesidad de derribar los muros que delimitan la función social que las Universidades pueden y deben tener. Es hora de inculcar un poco de claustrofobia en nuestros claustros, a partir de ensayar nuevas prácticas que transformen la enseñanza, la investigación, la extensión, la gestión universitaria, la política estudiantil, y todas las actividades universitarias que concibamos, en función de insertarlas, en mucho mayor, grado en la realidad nacional y social.
Los límites de éstas prácticas tienen que quedar claros. No sería posible ni deseable que las Universidades asuman responsabilidades que les competen a otros organismos del Estado. Está claro que nuestras Universidades Nacionales no pueden hacerse cargo de la salud de toda la población, de la administración de justicia, de la obra pública, de la alfabetización, de la definición de la política económica, o de las relaciones exteriores. Estas son funciones del Estado.
Pero eso no implica que no puedan ser parte en la solución de estos problemas, tanto en la elaboración de propuestas, como en una práctica que les permita ayudar y aprender al mismo tiempo. Y hay muchos ejemplos históricos y contemporáneos de utilización de la capacidad instalada universitaria en el aporte o soporte para la resolución de todo tipo de asuntos de la comunidad. Desde las prácticas más institucionalizadas en los institutos de investigación universitarios (en aquellos casos en los que los objetivos de la investigación se acoplan a alguna demanda o necesidad de la sociedad), hasta las iniciativas más cuestionadoras originadas en la voluntad de docentes, alumnos o investigadores, entre las que podemos incluir ejemplos de los más diversos, como los talleres para la producción de medicamentos o el Plan Fénix.
También debe quedar claro que la “bendición” académica de una idea, no le otorga categoría de Verdad absoluta por lo que las ideas propuestas no deben transformarse en ideas impuestas. Esto que parece una obviedad y que dicho así suena algo trillado, no lo es tanto para quienes tuvimos la oportunidad de estar de ambos lados del muro. Existe una concepción más o menos disimulada que equipara democratización del saber con difusión del saber académico hacia la comunidad, lo que lleva a una mirada unilateral y soberbia, y en definitiva a una vía muerta, sin retorno.
Entendido esto, se abre un enorme campo para la interacción entre las Universidades Nacionales y la sociedad. El Programa de Voluntariado Universitario es, sin duda, un avance sobre ese campo. Y un trabajo de sistematización de los resultados de algunas de las experiencias que desencadenó, nos permitirán entender la dinámica de la relación directa entre la Universidad y las organizaciones sociales. Y avanzar en una propuesta mucho más integral que nos permita implementar una política que sirva para que la Universidad al servicio del Pueblo deje de ser una consigna y se transforme en un avance irreversible.
La Reforma de 1918 es tomada como emblema de las luchas estudiantiles en nuestro país y en Latinoamérica. Un análisis minucioso del periodo quizás podría aportarnos más elementos comparativos respecto del impacto que tuvo este hecho significativo para la región. Por momentos, parece haber desencadenado procesos políticos más profundos fuera de la Argentina que en la Argentina misma. Arturo Jauretche considera que en otros países de Latinoamérica, la Reforma “representó una aproximación del universitario a la realidad inmediata” (1). Quizás el caso mas significativo en este sentido sea el del Perú, donde los acontecimientos del ‘18 inspiraron la creación del APRA, fuerza política de amplia representación popular, con Haya de La Torre como su principal protagonista.
De todas maneras, la Reforma implicó un importante quiebre en la realidad universitaria nacional dando por tierra con la anquilosada estructura de participación y gobierno estatuido, como correlato del clima de ascenso y participación de las capas medias argentinas cristalizadas en el yrigoyenismo.
La Reforma marcó la agenda de la política universitaria de los siguientes años. Si bien muchas de sus reivindicaciones no tuvieron la fuerza para cristalizarse en términos institucionales en aquel momento, encontrarían gran asidero en momentos de mayor movilización social y participación popular. Este es el caso de la gratuidad de la enseñanza universitaria, uno de los principales ejes programáticos del 18, que recién pudo ser implementado bajo el primer gobierno peronista con la Reforma Constitucional de 1949.
Uno de los elementos novedosos de la Reforma es la extensión universitaria como eje político del movimiento estudiantil. Es decir que el ideario reformista no sólo planteaba reformas en términos de representación y gobierno, sino que también ponía sobre el tapete la función social de la Universidad (2). Por primera vez en la historia universitaria de nuestro país se plantea la vinculación entre la Universidad y la sociedad. Lamentablemente este será el costado más deficitario de la Reforma, puesto que no se planteará prácticamente ningún cambio en este sentido. La responsabilidad social de la Universidad sería una deuda reformista, convirtiéndose en un ladrillo más en el muro de las luchas inconclusas de los estudiantes y del pueblo.
La vinculación real de la Universidad con las problemáticas nacionales buscará expresarse con más fuerza recién bajo el peronismo. Con sus contradicciones (un movimiento estudiantil adverso y sectores poderosos de la jerarquía eclesiástica con el control de la Universidad), el primer peronismo logrará importantes avances –aunque también inconclusos- en la integración estratégica de la Universidad al Proyecto Nacional de desarrollo autónomo. Mencionaba líneas arriba, cómo el peronismo recupera una de las principales banderas reformistas como es la gratuidad de la enseñanza universitaria, garantizando el acceso al hijo del obrero y sentando las bases de la universidad de masas, dando por tierra con el fuerte corte elitista que se venía sosteniendo.
Pero el punto de ruptura más fuerte del primer peronismo se va a dar en el año 1948 con la creación de la Universidad Obrera Nacional (UON). Esta nueva Universidad tenía sus antecedentes en el mismo peronismo con la creación y el fomento de las escuelas técnicas orientadas al modelo industrialista que se venía desarrollando en el país. Los egresados de estas escuelas tenían un condicionante muy fuerte para ingresar a la carrera de Ingeniería de la UBA, por disposición de las mismas autoridades que conservaban un fuerte sesgo de elitismo. Su acceso también se veía restringido por la disposición horaria que tenía la carrera, que obligaba al obrero a dejar su trabajo para dedicarse exclusivamente al estudio. Sin duda, otro elemento más de fuerte signo elitista. De allí el origen de la UON, como búsqueda de sortear la contradicción que impedía colocar la Universidad al compás de las necesidades del país. Siguiendo a Aritz e Iciar Recalde, “para permitir el ingreso de los sectores populares a la educación superior se implementarían horarios de clase compatibles con los itinerarios laborales” (3).
De todas formas, la UON será otro proyecto inconcluso y obturado por el golpe de Estado del 55. Hacia 1959, esta institución será rebautizada por la Revolución Libertadora como Universidad Tecnológica Nacional, alterando fuertemente su función social.
La historiografía liberal ha construido la idea de que del ‘56 al ‘66 existió una Época Dorada para la Universidad contraponiéndola a la Edad Oscura que suponía la Universidad bajo el peronismo. Existen muchos debates acerca del acierto de esta idea. Lo cierto es que en este período se funda el Departamento de Extensión Universitaria de la UBA, cristalizando institucionalmente una de las banderas del 18: la función social. Pero más importante aún fue la experiencia piloto que llevó adelante este departamento en la Isla Maciel. En palabras de Carla Wainztock, se trataba de un “proyecto pedagógico político”(4). Este consistió en una serie de actividades de apoyo escolar y de recuperación de desertores escolares, en la cual participaron equipos de todas las facultades de la UBA.
Juan Carlos Marín, uno de los protagonistas de esta experiencia, nos aclara el objetivo que compartía con sus colegas:
“El objetivo hacia dentro de la Universidad era que la Universidad tuviera una relación permanente con el medio social, en particular con los sectores más desfavorecidos. Porque la otra forma de relación, con los sectores más favorecidos, la tenía normalmente. Nosotros lo que queríamos era romper el clima del privilegio universitario. Esa era la idea-fuerza más importante, era una lucha contra el privilegio. Nuestro programa, por eso, era esencialmente político; era tratar de que la Universidad tuviera una articulación con los sectores más desfavorecidos.” (5)
De lo citado podemos observar la soledad de la experiencia frente al modelo de Universidad que se venía forjando en función de otros intereses, más cercanos al de las grandes empresas multinacionales y más alejado de los intereses populares. Justamente, con respecto a la injerencia de las empresas y los organismos extranjeros, en los documentos del Seminario convocado por la FUA en 1962 se planteaba lo siguiente:
“Por no responder a una planificación nacional de las investigaciones el carácter de las misma es totalmente anárquico. Esta anarquía de la producción intelectual marcha paralela con la anarquía de la producción material, propia de la ‘libre empresa’ capitalista. (...) Si la investigación de los cientificistas responde a algún plan, es solamente al de los organismos extranjeros (...) que contratan sus servicios.” (6)
El golpe de Onganía en 1966 y su correlato en la Universidad, la “Noche de los Bastones Largos”, intentó imponer una economía sujeta a los designios del capital extranjero, al mismo tiempo que trató de modelar una universidad para pocos, mediante el establecimiento de exámenes de ingreso, y desconectada de los dramas del país y de los sectores populares.
Notas:
2- Aa. Vv., “Universidad y Estudiantes. Universidad y Peronismo”, Ed. Libera, Buenos Aires, 1965, p. 52.
3- Recalde, Aritz e Iciar, “Universidad y Liberación Nacional”, Ed Nuevos Tiempos, Buenos Aires, 2007, p. 77.
4- Wainztok, Carla, Cendali, Florencia, “Universidad y extensión: un proyecto pedagógico-político” (proyecto de investigación), en Revista del Seminario “Universidad, Proyecto Nacional y Estado”, Número 1, Septiembre/ Octubre 2004.
5- “Recuperando la experiencia del Proyecto Maciel (Entrevista a Juan Carlos Marín)”, en Revista del Seminario “Universidad, Proyecto Nacional y Estado”, Número 1, Septiembre/ Octubre 2004.
6- Documentos del Seminario de Tucumán convocado por la FUA en 1962 en Ceballos, C. “Los estudiantes universitarios y la política” (1955-1970), Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1985, p. 63.
* Artículo publicado en Participación e Innovación en la Educación Superior. Para que el conocimiento nos sirva a todos (Programa Nacional de Voluntariado Universitario, Ministerio de Educación de la Nación, octubre de 2007)
miércoles, 15 de agosto de 2007
Universidad y Planificación: el Departamento Central de Planificación, UNLP, 1973-1974 (Carlos Sozzani)
El proyecto planteaba centralmente que la ciencia, la enseñanza y la investigación debían estar vinculadas a las demandas y objetivos nacionales, “… por cuanto la Universidad que queremos es parte inseparable del país que anhelamos; en él se inspira, en él se inserta y a él sirve.”
Una de sus principales propuestas era la creación del “Departamento Central Docente de Planificación, Investigación y Enseñanza Superior”, el cual era considerado “… el núcleo central y basamento de la Nueva Universidad”. Tenía por fin concentrar el poder planificador de la investigación y la enseñanza, y entre sus objetivos estaban el de “… receptar las necesidades nacionales en torno a la actividad universitaria y poner a esta en función de aquella.” Dicho organismo incorporaría representantes extrauniversitarios en función de lograr una mayor eficacia para servir a los intereses nacionales.
También se planteaba la creación de grupos de trabajo interdisciplinario, que llevarían adelante los proyectos de investigación propuestos, y en los cuales darían su experiencia estudiantes y egresados como requisito obligatorio. En este sentido, en el mismo documento se afirmaba que “… los estudiantes dejarán de ser sujetos extraídos temporariamente de la sociedad nacional para cumplir un proceso educativo que empieza y termina al margen de la misma, para asumir íntimamente tareas creativas de aquella, como experiencia práctica fundamental y determinante de su formación política, cultural, científica y técnica.” Coordinaría los proyectos de investigación un Instituto Central de Investigación, que se vincularía con organismos estatales y demás estructuras universitarias.
Esta propuesta se inscribía en una concepción de la enseñanza que afirmaba el derecho de toda la población a acceder a la educación, por lo tanto, sus estructuras y mecanismos deberían articularse “… de manera tal que progresivamente le permitan acercarse al ideal de llegar a todos los habitantes de la nación.” Y haciendo referencia a la necesidad de romper el cerco que cierra a la universidad en sí misma, proponía que la enseñanza se realizara todo lo más posible sobre el objeto que se deseaba aprehender y en el cual iban a incidir sus frutos, esto es, la sociedad nacional. Al respecto agregaba: “Por lo tanto, la enseñanza no puede ser sino un aprendizaje y un entrenamiento que se desarrolle en el seno mismo de la actividad creadora y productiva de la Sociedad Nacional.” De esta manera, la universidad debía exclaustrarse, “… llegando con contingentes de sus integrantes a todos los sectores donde se desarrollen actividades sociales, económicas, políticas, administrativas, etc., de las cuales tenga algo que extraer y para actuar sobre ellas, mejorándolas o aumentando su índice de eficacia social.” La consigna era “… convertir a todo el país en el escenario de la enseñanza…”
El Departamento Central de Planificación (DECEPLA) fue creado y puesto en marcha mediante la Resolución N 608/73 firmada el día 20 de julio de 1973 por el interventor, el Secretario de Asuntos Académicos Guillermo Cendagorta, y el Secretario de Supervisión Administrativa Rodolfo F. Achem. Carlos Miguel fue designado director de este organismo.
Si bien la experiencia de implementación del Proyecto de Nueva Universidad tuvo una breve duración, ya que fue interrumpida violentamente en octubre de 1974 con el asesinato de Rodolfo Achem y Carlos Miguel, podemos considerar que implicó una ruptura sustancial con relación al viejo modelo reformista liberal. Destacamos aquí dos de sus principales características innovadoras. La primera de ellas, la incorporación efectiva de la idea de planificación, expresada en el Departamento Central de Planificación, desde el cual se impuso “… la centralización y planificación como control del conjunto frente a la decisión anárquica e individual de los ‘dueños del conocimiento’.” Se partía de considerar a la universidad como un todo único, frente al concepto de la vieja universidad que se expresaba a través de la estructura de cátedra, independientemente de toda política común.
La obligatoriedad de realizar tareas de investigación como requisito para la graduación es el otro elemento saliente del proyecto. Esto implicaba trastocar la concepción liberal de la ciencia, y las formas organizativas que se deducían de la misma: “… los equipos de investigación tenían que ser abiertos, no cerrados como son ahora… El estudiante tenía que ir haciendo práctica y experiencia de investigación e integrarse a los equipos de investigación.” Esta cuestión tenía una dimensión política: la vinculación de los estudiantes con la realidad y las problemáticas nacionales; pedagógica: la integración del conocimiento teórico y la vinculación temprana a la investigación; y social: los aportes producidos por investigaciones vinculadas al desarrollo social y productivo del país devolvían a la sociedad el trabajo que ésta invertía en el sostenimiento de la universidad.
“Las medidas aisladas, sin contexto global, los programas segmentados sin visión de conjunto, los dimensionamientos meramente cuantitativos y geográficos sin esquemas de unidad global ni ponderación de recursos humanos y financieros, la prevalencia de una tecnocracia vacía por falta de objetivos, la adopción de resoluciones presionadas por impulsos circunstanciales de intereses sectoriales…”(1), todo esto sigue aún hoy caracterizando al ámbito universitario. Tal vez sea tiempo de abrir verdaderamente la universidad a la posibilidad de vertebrarse en toda su potencialidad en función de proyectos integrales, sobre la base del debate y la voluntad de construir consensos que reflejen la diversidad y la proyecten en una orientación real y sistemática hacia el desarrollo social, cultural y productivo de nuestra patria.
(1) Cámpora, H. La Revolución Peronista, EUDEBA, Buenos Aires, 1973, pp. 158-159.
viernes, 22 de junio de 2007
La extensión como factor orientador * (Carlos Sozzani)

Un concepto que nos resulta particularmente relevante a la hora de rediseñar el modelo universitario es el de pertinencia, que tiene que ver con la valoración de la intervención activa de la universidad en el proceso de reconstrucción de la sociedad en sus distintas dimensiones: económica, social, cultural y política. Se relaciona también con “… un estrecho acercamiento entre los que producen conocimiento y los que se apropian de él, es decir, la comunidad de pertenencia de la universidad.” (1)
La pertinencia no debe entenderse como la subordinación a los requerimientos de coyuntura que derivan de las demandas del “mercado”; por el contrario, debe comportar un componente de visión y de orientaciones de largo plazo en objetivos y necesidades societales.
Comprender que la educación superior debe legitimar su razón de ser y sus actividades en función de las necesidades, demandas y aspiraciones de las sociedades de las que forman parte, implica desarrollar una cultura en la cual se reconozca que es la sociedad la que determina las prioridades y necesidades, y no la academia de manera unilateral. (2)
En este sentido, entendemos que los objetivos del sistema universitario deben articularse con los grandes lineamientos nacionales, los cuales podemos resumir, en una primera aproximación, de la siguiente manera:
• El desarrollo socioeconómico sustentable del país.
• La expansión de un sector productivo competitivo internacionalmente.
• El mejoramiento de la calidad de vida y la solución de las necesidades de la población.
• El aprovechamiento de las oportunidades que aparecen en la Sociedad del Conocimiento y la generación de nuevas oportunidades.
• La construcción de un Estado fuerte, conductor, promotor y protector.
• La reducción sustancial de los desequilibrios regionales y de la inequidad en la distribución del ingreso. (3)
El Plan Estratégico Bicentenario (4), elaborado por la SeCyT en base a diversas propuestas de prioridades para la investigación, provenientes de las Bases para un Plan Estratégico en Ciencia, Tecnología e Innovación, de Foros de Competitividad sectoriales y regionales realizados en distintas áreas ministeriales y de los acuerdos institucionales celebrados con diversas Secretarías de Estado, así como de otros sectores públicos y privados, seleccionó un conjunto de prioridades estratégicas. Algunas de ellas se enfocan hacia Áreas-Problema-Oportunidad, otras a Áreas Temáticas disciplinarias.
Áreas-Problema-Oportunidad:
a) Marginalidad, discriminación y derechos humanos.
b) Competitividad de la industria y modernización de sus métodos de producción.
c) Competitividad y diversificación sustentable de la producción agropecuaria.
d) Conocimiento y uso sustentable de los recursos naturales renovables y protección del medio ambiente.
e) Infraestructura y Servicios de Transporte.
f) Infraestructura energética. Uso racional de la energía.
g) Prevención y atención de la salud.
h) Políticas y gestión del Estado.
i) Política y Gestión Educativa.
Estas Áreas-Problema-Oportunidad corresponden a problemas del desarrollo productivo y social y a oportunidades emergentes en la producción de bienes y servicios, en los que la investigación científica y el desarrollo de tecnologías, fundamentalmente las llamadas emergentes, pueden aportar soluciones y/o nuevas perspectivas.
A su vez, las Áreas Temáticas prioritarias por disciplina son:
1. Biotecnología
2. Matemática Interdisciplinaria
3. Tecnología de la Información y las Comunicaciones
4. Educación
5. Trabajo, Empleo y Protección Social
6. Violencia Urbana y Seguridad Pública
7. Recursos Mineros
8. Tecnologías Biomédicas
9. Recursos del Mar y de la Zona Costera
10. Nanotecnología
11. Energía
12. Medio Ambiente y Remediación de la Contaminación Ambiental
13. Estado y Sociedad y Calidad de Vida
14. Agroindustrias y Agroalimentos
15. Microelectrónica
16. Materiales
17. Tecnología Espacial
18. Tecnología Nuclear
Autonomía científica o soberanía cognitiva
El concepto de pertinencia se encadena con el de autonomía científica o soberanía cognitiva, esto es con superar la dependencia cultural, científica y tecnológica, con perfilar modelos de producción de conocimiento propios acordes a nuestras necesidades de desarrollo. En función de esto, la universidad debe atender a las necesidades de las mayorías y dejar de buscar legitimación en la comunidad científica internacional. (5)
En palabras de Renato Dagnino: “Hay que dejar de creer ingenuamente en la versión tecnológica de la teoría del derrame que promete el desarrollo de tecnologías a cualquier costo con la esperanza de un derrame tecnológico para todos cuando ese derrame nunca llega: hoy los sin techo siguen construyendo sus casas como se hacía en la antigua Babilonia, o encaran sus cultivos con tecnologías extremadamente ineficientes y poco intensivas. Como en el hemisferio norte la población no ha crecido y no se encuentran con grandes problemas habitacionales no se ocupan de estas cuestiones, en cambio acá si es un grave problema y como reproducimos sin criticar las agendas científicas del norte seguimos dándole la espalda a las necesidades de la población.” (6)
Arturo Jauretche, en Los Profetas del Odio y la Yapa, también criticó el modelo de universidad dependiente: "Una Universidad Argentina de esta naturaleza, sólo será argentina por su radicación geográfica, y el lógico producto de esa Universidad serán los contadores que manejan las cifras y los asientos falsos de las empresas, los doctores en ciencias económicas que distribuyen las doctrinas de encargo que se importan, los filósofos e historiadores que adecuan el pensamiento y la versión de la historia conveniente a esos mismos intereses, los ingenieros que planifican y construyen sin vincular su obra con el destino nacional, los médicos que curan a los enfermos sin buscar las raíces económicas y sociales de los males, y los abogados y jueces que consolidan la estructura jurídica de la dependencia. El país necesita una Universidad profundamente politizada; que el estudiante sea parte activa de la sociedad y que incorpore a la técnica universalista la preocupación de las necesidades de la comunidad, el afán de resolverlas, y que, por consecuencia, no vea en la técnica el fin, sino el medio para la realización nacional." (7)
En la ponencia “Bases para una Política Nacional de Tecnología y Ciencia”, presentada en la Facultad de Ingeniería de la UBA, en diciembre de 1973, Varsavsky propuso: “En un país dependiente y con graves problemas sociales, esta ciencia funcional cuyos temas son motivados directa o indirectamente por problemas tecnológicos, es de lejos la más importante. Ni sus temas, ni sus métodos, ni la actitud social de sus trabajadores, coincidirán mucho con lo sancionado y aprobado por las grandes instituciones científicas del hemisferio norte que hasta ahora nos han servido de modelo. Señalamos como ejemplo, que una Universidad abierta al pueblo y organizada por grupos de investigación y trabajo más que por cátedras, puede encarar, con esos recursos humanos, problemas científicos de una amplitud nunca vista, sobre todo los que requieren la integración de grandes volúmenes de información interdisciplinaria o la multiplicación numerosa de experimentos sencillos. Es probable que estas diferencias de temas, métodos y actitudes vayan gradualmente conformando un ‘estilo científico’ que merezca llamarse Ciencia Nacional.” (8)
La extensión universitaria como elemento orientador
A partir de todo esto y a fin de cumplimentar el principio de pertinencia y comenzar a construir una verdadera autonomía científica o soberanía cognitiva, consideramos que el centro de gravedad o el esfuerzo principal de nuestra estrategia hacia la construcción del nuevo modelo universitario, debe ser la extensión, la más desvalorizada de sus funciones en los últimos años. Esto no implica relegar las otras dos funciones, docencia e investigación, sino comprender que el vínculo dialéctico que debe imperar entre las tres, debe en este momento ser reactivado a partir de la energía social y la conciencia nacional que permiten poner en marcha el nuevo proyecto de país. “De este modo, las funciones de la universidad y las necesidades sociales se retroalimentan en una relación dialéctica que permite miradas más significativas a la problemática social como objeto de investigación y la adecuación de las propuestas de formación a dichas demandas.” (9)
Renato Dagnino, en este sentido, propone el concepto de exvestigación, construir conocimiento “hacia afuera”, junto a los estudiantes y los movimientos sociales, un conocimiento orientado hacia los problemas. (10) Esto permitirá diseñar una política científica y tecnológica propia, que atienda a nuestras necesidades y que valorice las funciones de extensión como creadoras de conocimiento, contra aquellas concepciones de evaluación académica que sólo privilegian la contabilización de artículos en revistas internacionales.
Por todo esto, el nuevo modelo universitario no puede surgir sino de un intenso vínculo con el proceso de transformaciones abierto en nuestra patria. Porque, como escribió José Martí en Impresiones de América: “… al mundo nuevo corresponde la Universidad Nueva…”
(1) Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, Secretaría de Políticas Universitarias, Desatando nudos entre las instituciones de Educación Superior y la Sociedad, Gestión J. C. Pugliese, p. 115.
(2) Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, Secretaría de Políticas Universitarias, Desatando nudos entre las instituciones de Educación Superior y la Sociedad, Gestión J. C. Pugliese, p. 86.
(3) Proyecto de Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Año 2004, SeCyT.
(4) Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación “Bicentenario” (2006-2010), SeCyT.
(5) Entrevista a Renato Dagnino, especialista en política científica, La Universidad es disfuncional a la sociedad y al país, por Carlos Borches, martes 3 de diciembre de 2002, en http://www.fcen.uba.ar/prensa/noticias/2002/opinion_03dic_2002.html
(7) A. Jauretche, Los Profetas del Odio y la Yapa. La colonización pedagógica. A. Peña Lillo Editor. Capital Federal, Octubre 1992, p. 196-197.
(8) O. Varsavsky, “Bases para una Política Nacional de Tecnología y Ciencia”, ponencia leída en la Facultad de Ingeniería de la UBA, diciembre de 1973, en Lezama, Número 8, noviembre de 2004.
(9) A. S. Saravia y M. T. Álvarez, “La UNSa entre el nivel académico y el aislamiento social. Las funciones de investigación y extensión en las universidades”, en Desatando nudos entre las instituciones de Educación Superior y la Sociedad, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, Secretaría de Políticas Universitarias, Gestión J. C. Pugliese, p. 279-280.
(10) R. Dagnino, Construindo uma Universidade sustentável, social e economicamente includente, Dep. de Política C&T Unicamp, powerpoint en www.cori.unicamp.br/IAU/arquivos/dagnino.ppt